CRÉMER CONTRA CRÉMER
Requiem por un soldado muerto
DIGAMOS EN LENGUAJE popular que no ganamos para sustos. Atentos más o menos a las vicisitudes por las que estamos pasando y con un cuadro meteorológico para asustar al vecindario, el que fuera otoño dorado se ha transformado en un espacio catastrófico durante el cual los pueblos sufren los efectos catastróficos de la tormenta y de las inundaciones que consiguen borrar el dibujo de los poblados tradicionales. Pasaron ya los días felices del verano, ya que no apacibles, sí al menos cargados de ciertas ilusiones, y abrió el calendario las páginas siempre imprecisas del otoño. El otoño fue siempre en León tiempo de recogimiento apacible, de dorado color y de aroma penetrante de vendimiadores. Los españoles sobrantes (quiero decir, aquellos que se vieron obligados a abandonar su trabajo para asistir al ceremonial de la vendimia en Francia), decía que los españoles en blanco buscan un lugar en el cual ocupar sus energías. Porque este es el motivo más duro por el que atraviesa la comunidad laboral al verse marginada y sin ocupación digna. El tiempo borrascoso, el estado de crisis que nos acosa y la acción miserable de los atentados con víctimas forman parte de un cuadro absolutamente tenebroso en el marco del cual hemos de colocar, otra vez, el cuerpo roto de un español asesinado. Un soldado español, que pudiera haber sido hijo, hermano, esposo o compañero del caído bajo la tromba de la pólvora, fue abatido por la traidora acción de un artefacto, en la ciudad marinera de Santoña, en la Cantabria marinera, marcando con sangre y lágrimas otro de los atentados inscritos en los anales de la criminología de España. El brigada del Ejército Luis Conde de la Cruz fue la víctima de esta nueva versión de la infamia y la España en llamas negras volvió a estremecerse encendiendo los cirios de la indignación. Y no se trata de las apelaciones políticas mediante las cuales se repite que nunca será España dominada por la fuerza y la sinrazón y que los tenebrosos agitadores serán reducidos a la condición de encarcelados. El otoño del año de desgracia del 2008 se ha hecho presente y ha conseguido añadir a la pesadumbre de la crisis por la que tanto se sienten acosados y retenidos en las zahurdas del terror. No será contenidos en su perversidad y tal vez continúen matando, pero los españoles en llamas están dispuestos a no ceder sino con la razón y el Derecho y mantienen el temple que necesitan para seguir doblando esa esquina negra que es el otoño, otrora motivo lírico y sentimental para el amor. «Hay pueblos, -dice Pedro Páramo en su libro sobre El Llano en llamas - que saben a desdicha»... El brigada del Ejército de tierra, ha sido asesinado. Un muerto más sí que importa al mundo... «Dejas el mundo quizá un poco mejor de como lo has encontrado. Esto es lo máximo a que ya puede aspirar un hombre».