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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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AUNQUE se diga que la estadística es una criatura tan condescendiente que no le niega nada a nadie que se lo pida de buenas maneras, la realidad es que aporta siempre datos decisivos. Hay cosas que no se nombran con la palabra casualidad. ¿Cómo atribuirle al azar, que siempre está muy atareado, algunos hechos? Por ejemplo, que España tenga el mismo número de pobres que tenía hace diez años, cuando nadábamos en la abundancia? Es mucha coincidencia, pero parece que la pobreza mantiene sus constantes. Se conoce que a los menesterosos los hacen fijos. Quizá parte del personal haya variado, ya que se registra la incorporación de inmigrantes en paro, pero la cantidad permanece inalterable. Ocho millones y medio de personas vive en lo que llaman los estudiosos a distancia del fenómeno «escasez». Un lugar muy incómodo. La pobreza severa es una afrenta que desmiente todas las teorías sobre el progreso humano, que según los filósofos adecuadamente alimentados es constante, aunque sufra retrocesos temporales. ¿Cómo sería la historia de la humanidad si no se entablaran guerras inútiles? Ya están claramente identificados los enemigos de los hombres temporales: la crueldad, la ignorancia y la miseria. Si hiciéramos un frente común contra ellos serían derrotados en medio siglo. O en siglo y medio. No llevamos ese camino. Seguimos soñando con océanos de sopa, aunque sea de sopa boba, y con panoplias de cucharas, aunque sean de palo. Y, ayer no más, fue lapidada por adúltera una muchacha somalí de 23 años. La enterraron hasta el cuello y la apedrearon. Con la puntería que tienen los fanáticos. Entre nosotros esto no se lleva. Habría que derruir muchos edificios y algunos vetustos castillos porque faltarían piedras. En cambio los pobres nunca pasan de moda.

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