Diario de León

TRIBUNA

Estatuas urbanas modernas

Publicado por
MANUEL ALONSO PÉREZ
León

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ME CANSO de escribir cartas y tribunas en el Diario de León denunciando ciertas existencias urbanas que dejan a León, mi ciudad de nacencia, vivencia y querencia en evidencia. (Esta serie de monorimos me han salido sin querer) pero ni puñetero caso, oiga, como cuando San Jerónimo predicaba en el desierto. Pues insistamos una vez más, que ahora que estoy jubilado tengo tiempo para ello. León siempre fue una ciudad bastante limpia, pero que carecía de ornamentos embellecedores, como moderno mobiliario urbano, estatuas de sus hombres ilustres en plazas y jardines, que hicieran el paisaje de la ciudad más agradable además de limpio. Teníamos a Guzmán el Bueno, Odón Alonso (destruida por los gamberros de siempre y después reconstruida y trasladada a otro lugar) y algún busto como el del Padre Isla, Ángel Barja, etcétera. Después han puesto en Ramón y Cajal a doña Sancha, doña Urraca y doña Elvira, en la Plaza de Regla un padre divorciado que el día que le toca estar con su hijo pretende enseñarle la Catedral sin conseguirlo, el horrible Dios Eolo, soplando globitos en el Arco de Santa Marina, etcétera, pero la verdad es que hacen falta más piezas ornamentales a nuestra ciudad. Pero como hay crisis y no se paga a los escultores (ahí tenemos a Amancio González, el autor de la Negrilla, que no la saca del taller hasta que se la paguen, pues, tenemos otro tipo de estatuas que parece ser salen más baratas al Ayuntamiento y que deben ser del agrado de la corporación, ya que llevan tiempo expuestas al público y no se hace nada por retirarlas. En San Marcelo, en lugar de reponer el jarrón precioso que tenía como colofón la fuente de Carlos III, hay un señor, solo, respetable por su edad e incultura, de poblada barba, (supongo que de parásitos) con unos andrajos tan llenos de mierda y rotos por todos los sitios, que no sólo da pena ver en el siglo XXI personajes tan paupérrimos, sino que nadie haga algo por ellos. Lógicamente al pasar por su lado produce un olor nauseabundo, pues como las muñecas modernas hacen pis sin moverse del sitio. Su ubicación preferida es un escalón del Banco BBVA. Otra estatua barata es la del esnifante de los alrededores de la Catedral, un chaval rubio extranjero, que iba para guaperas, pero que se enganchó a la droga y como no quiere delinquir, ni tiene fuerzas para hacerlo, se mata lentamente aspirando disolventes baratos pero venenosos en una bolsa de plástico. Hay algunas estatuas más como el que muestra sus piernas llenas de defectos de la piel para sacar unas monedas o el que se pone arrodillado en la calle Ancha imitando la postura erótica del Misionero. A mí me gusta ser demócrata y respetar la libertad de cada uno, pero estos «señores», que les da lo mismo vivir en la ciudad de forma digna que en una perrera, con tal de que los dejen tranquilos, sería lo más justo llevarlos con los patos de la candamia, (pobres patos) y hacerles una chabola para que no pasasen frío y darles agua, pan y ja... bón. Los que quieran pueden ir allí a verlos, pero los que nos gusta pasear por nuestra querida ciudad queremos ver otra clase de ornamentación urbana. Recuerdo con cariño aquellos guardias municipales que estaban rondando por las calles todo el día y, ¡en el coche de San Fernando! y, de noche hacían de serenos dando una seguridad a los transeúntes que ahora no tenemos. Esas sí que eran estatuas vivientes agradables. A ver si es verdad que el Ayuntamiento vuelve a crear un nuevo cuerpo de serenos.

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