LA VELETA
El drama de un anuncio
«CONCEJAL víctima del terrorismo busca trabajo compatible con escolta». Este es el anuncio por palabras que el único concejal que tiene el PP en la localidad guipuzcoana de Hondarribia, José Manuel Lizarraga, ha insertado en un periódico del País Vasco el pasado fin de semana, El edil ha tomado esta iniciativa a la vista de los sucesivos «portazos» que ha recibido en diversos lugares, cuando los posibles contratadotes se han enterado, primero, que era concejal; segundo, que lo era por el PP y en tercer lugar, que encima llevaba escolta, lo cual ya se sabe que siempre es una molestia, no para quien la lleva, sino para el dueño del local o de la empresa donde tendría que desarrollar su trabajo. Lizarraga ha explicado que otro motivo por el que ha tomado esta iniciativa de ofrecerse al mercado laboral con todas las cartas boca arriba ha sido «porque quiero que esto sirva para remover conciencias, porque yo creo que la gente vive muy acomodada, sabiendo que tú estás teniendo problemas, pero les da igual. Encima se cree que porque eres concejal ganas una pasta, y de eso nada». Concretamente, este edil lo único que cobra del consistorio del que forma parte es 750 euros al mes en concepto de dietas. Está casado y tiene dos hijas de dos y cuatro años. Este es el verdadero drama que se vive en el País Vasco desde hace décadas. Una auténtica enfermedad moral que ha llevado a muchos vascos a mirar para otro lado ante situaciones realmente intolerables de falta de libertad causadas, o bien directamente por la violencia de ETA, o por otra forma de violencia, más sibilina, como es la presión que el entorno terrorista crea y despliega sobre todos aquellos que no comulgan con sus tesis. Una gran parte de la sociedad vasca se ha acostumbrado a vivir en esa situación. Mientras que no les afecte a ellos personalmente, a sus haciendas o a sus bolsillos, para que meterse en demasiados líos y para que mostrarse excesivamente solidarios con los que sufren la falta de libertad. Porque si en Euskadi hubiera en estos momentos la mínima sensibilidad social con quienes sufren la presión terrorista y menos miedo, a este concejal del PP de Hondarribia le lloverían las ofertas de trabajo. Pero no, nada de eso va a suceder porque la sociedad vasca sufre una grave enfermedad moral de la que tardará mucho tiempo en recuperarse. Estoy hablando de al menos una o dos generaciones a partir del momento en que ETA desaparezca para siempre del paisaje. Mientras tanto, el daño que ha infringido la violencia terrorista y todo lo que ella conlleva de ausencia absoluta de valores lo están pagando personas tan ejemplares como este concejal popular que al igual que el resto de ediles del PP y del PSOE merecen todo nuestro afecto y solidaridad.