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VAYA por delante que llevo semanas pronosticando que el Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, ganará las elecciones de 2012... o antes. Baso esta predicción en sensaciones, conversaciones y la constatación de que el desgaste de los socialistas, tras dos legislaturas -la presente, especialmente complicada-, será grande. Pero, al tiempo, me extraña la patente falta de moral de victoria que observo en el PP. Me resulta inexplicable. Tengo la sensación de que vuelven ciertas maniobras internas en el principal partido de la oposición. De nuevo se escuchan voces contrarias al «viaje al centro» de Rajoy, pese a que tal viaje parece estar resultando muy rentable en términos de adhesión de votantes. ¿Triunfarán los halcones, sobre todo los mediáticos al servicio de la «causa alternativa», es decir, de una candidatura teóricamente más a la derecha de lo que representa Rajoy? ¿O acabará por fracturarse un partido que en la actualidad cuenta con setecientos mil militantes y m ás de diez millones de votos? A Rajoy le han acusado de excesiva debilidad en unas ocasiones y de dureza en demas ía -véase el «caso Navarra»- en otras. Lo pintan como poco afanoso a la hora de lanzarse al ruedo, algo apático, como haciendo buena aquella frase de Pompidou según la cual «la pereza es un elemento motor de la humanidad». Puede que algunas críticas tengan razón, pero entiendo que las cualidades del actual presidente del PP superan a sus defectos. Y así lo sostendré mientras no se vislumbren otras alternativas diferentes a la «madrileña' que sigue apuntando -con disimulo y con sordina-, otras alternativas con mayor capacidad de atraer el voto de todos los rincones de España, no solamente de la Comunidad de Madrid. Cierto que Rajoy, que no es Obama, pero tampoco McCain, y que está rodeado de gente bastante mejor que la señora Palin, ha cometido, y comete errores. Pero entre estos no figura, desde luego, su actual política de colaboración con el gobierno en aquellas cuestiones esenciales en las que el equipo de Zapatero se muestra más tambaleante. Ahí, se está comportando como el estadista que no había mostrado ser hasta el momento. Ahora es cuando, si consigue superar con mediano éxito las pruebas de Hércules que tiene ante sí, especialmente las elecciones europeas -¿a qué espera Ruiz Gallardón para aceptar el encargo de encabezar esa lista?-, debe empezar el despegue; una vez más, la mayor parte de la posible victoria de Rajoy depende, sobre todo, de Rajoy mismo. Y de sus circunstancias, que no son poca cosa.