Resistencia a los metales

LA VIDA es un deporte terrible, aunque no esté claro que sea un deporte. Cuando Joyce Carol Oates escribió su libro sobre el boxeo trató de lo que es ser pobre y obstinado y sobre todo de lo que es saber triunfar. A Obama, al margen de que reclame unidades y alianzas, hay que inscribirlo en la lista de los más grandes campeones. Como Larry Holmes, que fue uno de los últimos monarcas de los pesados, él pudo decir: «Es duro ser negro. ¿Has sido negro alguna vez? Yo fui negro una vez cuando era pobre». Obama ha dejado de ser negro porque es presidente de los Estados Unidos. El salto cualitativo va más allá de Joe Louis y de Martin Luther King. Muchos confiaron su redención en el último momento, antes de tiempo pero no a deshora, y otros muchos lo habían hecho anteriormente. Cuenta Luther King el ajusticiamiento de un negro, que como no tenía a nadie a quien encomendarse, le rezaba al Bombardero de Detroit: «Sálvame Joe Louis, sálvame Joe Louis ». Hasta hace muy poco tiempo los hombres y las mujeres de epidermis oscura sólo tenían dos tablas de salvación: la madera de las tarimas del jazz o la madera del ring. Amanece un tiempo nuevo, que no sabemos cómo será cuando caiga la tarde, ni cuando caigan los prejuicios no enteramente derrotados. (Las desigualdades tremendas continúan en el mundo ancho y ajeno y para comprobarlas no hace falta irse lejos: según el INE, los madrileños ganan un 51% más que los que viven en Extremadura, donde en un tiempo nacían los dioses). Todo parece indicar que el combate por la racionalidad continúa, aunque estemos en distinto asalto. Eso de construirse un alma lleva su tiempo y es pronto para saber si las elecciones han constituido un paso hacia delante, pero nos alegramos gentes de todos colores.