Diario de León

EN EL FILO

Navidad, sin blanca Navidad

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UNO SE PREGUNTA, a veces, si no estará siendo demasiado alarmista en relación con la situación política y económica que vive este país. El fantasma del sobresalto te asalta con cada noticia que escuchas por la radio o lees en los periódicos, cuando ves el severo rostro del ministro Pedro Solbes en la televisión. Señal de cierta alarma es, por ejemplo, que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, presumiendo de austero habitualmente en las cosas de los demás, haya anunciado que se recortarán significativamente los fastos navideños en la capital, habitualmente generosa en la ornamentación y la actividad general. Lo mismo ocurrirá en otras ciudades españolas. Es la crisis, maldita sea, que aconseja prudencia a la hora del despilfarro, y mira que a Ruiz Gallardón le gustan las jaranas en la calle, como bien sabemos los paseantes de fin de semana. Poco ha durado la alegría en casa del pobre. Lo del regidor de la Villa de Madrid, que seguramente va a ser secundado por otros muchos colegas de otras muchas ciudades españolas, ha sido para mí como la trompeta que lamentable y tristemente anuncia sin piedad el día del juicio final. O sea, como un acicate para la angustia generalizada (algún cretino incluso me ha recordado que Nostradamus habló de un papa negro que anunciaría el fin: obviamente, hay quien se está pasando mucho, por creer a Nostradamus, por pensar en que se acaba el mundo -que no, hombre- y porque Barack Obama ni es Papa ni es exactamente negro). Pero es el caso que nos anuncian, con o sin las ayudas a las hipotecas como las que se aprobarán este sábado en consejo de ministros, unas navidades no exactamente blancas, pero sí sin blanca. La cesta de la compra ha subido como una flecha en los últimos meses, los títulos de valores están realmente por los suelos y perder el trabajo es algo que muchos ciudadanos en este país ven ahora como algo alarmantemente próximo. La preocupación ciudadana por la situación económica, por la individual de cada cual, que es la que de veras angustia a cada uno, ocupa los primeros lugares en el índice de problemas de los españoles según los sondeos. Y no es que no inquieten la situación de la educación, de la sanidad o el terrorismo: es, simplemente, que ahora lo prioritario es cómo andan de vacíos los bolsillos. La Navidad, época consumista donde las haya, viene, pues, con recortes este año, lo que siempre ofrece un panorama algo deprimente. Lo vamos a notar en todo: en las antaño alegres minivacaciones de Nochevieja, en la iluminación de las calles, quizá en los mismísimos escaparates, a los que nos asomaremos con la irreprimible tristeza de la impotencia. Es de temer que una sombra imperceptible se cuele por las rendijas de las fiestas más entrañables del año, tiznando la nieve con el carbón que, ay, puede que les caiga a muchos niños, aunque hayan sido buenos, en lugar de los regalos de los Reyes Magos. Me temo que este año lo que va a proliferar, en esos días navideños que se nos echan inevitablemente encima, serán las inocentadas, sobre todo las que nos prepare la Bolsa. Pero lo que nos viene el próximo año no van a ser ninguna broma, sospecho.

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