Diario de León

EL AULLIDO

García-Alix saca una foto a la bala que le va a quitar la vida

Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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MOTEROS, músicos, bohemios posmodernos, habitantes de la noche y travestis con el cuerpo tatuado, estrellas del cine porno, dos yonquis chutándose heroína ante el cadáver de un amigo¿ Se ha inaugurado esta semana en el Museo Reina Sofía una exposición antológica que reúne más de doscientas obras -de diferentes épocas y formatos- del fotógrafo leonés Alberto García-Alix, incluyendo asimismo en la muestra una entrevista-reportaje que lleva el oportuno título de De donde no se vuelve . Sin embargo, entre tantas fotografías que son la misma repetida como certificando así que la belleza vive a gusto en los matices, destacan especialmente los autorretratos del autor, los cuales realmente constituyen ya obras de referencia de ese desentrañador de lo real y sus márgenes... ¿Una mirada basta para reconocerle? Uno mira con detenimiento un retrato cualquiera de este Lucian Freud de la fotografía, de este Pier Paolo Pasolini de la instantánea visual, y puede ver no sólo el resumen de una vida y una época, sino también un alegato en favor de la existencia radicalmente al límite a pesar de todas sus consecuencias. Y es que en esas imágenes duras y contundentes, mientras el blanco y negro gradúa y potencia la atmósfera dramática, vemos con un nudo en la garganta como está ahí completa la hoja de servicios de un sobreviviente. Sí, he ahí la poética de quien aún es capaz de tapar las cicatrices con medallas para seguir en pie, pero igualmente encontramos en la belleza amenazante de esos retratos, descrito con minuciosidad psicológica, el testimonio del pionero, del digno derrotado, del santo con una fe totalmente improvisada... Ahí está, con todos esos tatuajes que son ya el mapa de un camino sin retorno, posando igual que un místico diabólico que sin palabras confiesa: oh, juro que algunas noches moriría con la única lástima de no poder contarlo después en una foto... Pero él aún sigue en pie mirándonos desde la ciudad amurallada de su obra como quien en realidad no puede renunciar. Aún sigue en pie y uno lo observa ahora igual que se mira a las ruinas de un imperio. De hecho reparamos en él, ya sea con admiración, con piedad o sin juzgarle, y vemos a un hombre que se adentró desnudo pero armado en la selva de la vida y ha vuelto maltrecho aunque cargado de tesoros¿ Sí, hay quien figuradamente se quema a lo bonzo, como Nietzsche, por el bien de su obra pero Alberto García-Alix es solamente un vividor radical, y la grandeza de su arte es un efecto secundario de esa audaz opción de vida. Sin embargo, más allá de los tatuajes, la noche, las motos y demás efectos lo más impactante de sus retratos es la atmósfera, la luz como de cárcel, y esa mirada absorta, inquietante y desorientativa que posee cada personaje en primer plano. La expresiva mirada hace pues de cada instantánea no un espejo sino una denuncia de nuestro decadente conformismo, y también un argumento para quienes, antes de decidirse por la libertad, se fijan primero en los riesgos. La fotografía como emblema. Unos retratos a los que miras y los cuales además te miran. Obras maestras del documentalismo emocional que te hacen sentir desnudo, frágil, confundido por los destellos como quien se asoma a un pozo lleno de diamantes¿ En efecto la fotografía -como bien nos enseña cada día en este periódico Jesús F. Salvadores, acaso el discípulo más desobediente e impactante de García-Alix- nos inquieta porque nos muestra principalmente lo que no vemos y, así, nos educa la mirada. Qué admirable la valentía y el talento de quien es capaz de retratar la bala que le quitará la vida!

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