CON VIENTO FRESCO
Los trabajos y los días de Obama
AUNQUE LOS porcentajes de votos populares entre Obama y McCain no fueron excesivamente grandes (52% frente a 48%), los votos electorales, dado el sistema electoral mayoritario, dieron al primero una victoria aplastante. No es extraño que todos los analistas coincidan en que esa victoria de Obama es un hecho histórico, que lo es, pero no deja de ser también un acontecimiento insólito. Se trata de la victoria de un candidato negro (en realidad mulato, aunque sus caracteres fenotípicos sean negros), en una nación en la que el porcentaje de este grupo étnico no alcanza el 30%, lo que quiere decir que muchos hispanos y blancos (especialmente menores de 40 años) han votado por él de manera casi abrumadora. La juventud blanca se ha decantado por Obama, pues la idea del cambio ha calado profundamente en ellos. Con esta victoria puede pensarse que estamos ante el fin de la sociedad multirracial, aquella en la que las diferencias étnicas lo han sido igualmente respecto a los derechos civiles y económicos. Sin embargo, no es cierto. La tasa de matrimonios mixtos de blancos y negros es muy baja, inferior al 3% en las mujeres negras y un poco más elevada en los hombres; incluso ha descendido en los últimos años. Tal porcentaje no es comparable al de matrimonios de anglosajones con judíos e incluso con asiáticos, que se elevaban por encima del 50 y el 30% respectivamente. Los negros, aunque han avanzado mucho en derechos civiles y estatus económico, siguen viviendo en comunidades separadas. Otro dato que lo corrobora es el porcentaje de mortalidad infantil, que en los blancos no supera el 6 por mil y entre los negros alcanza cifras del 16 por mil. Hay mucha distancia aún que salvar. La victoria de Obama ha saltado por encima de esas diferencias raciales. Puede que ésta deba mucho a la propia campaña electoral y a la preparación del candidato, pero sin duda ha estado muy influida por la crisis económica. De hecho, antes de saltar ésta a los medios de comunicación, McCain le sacaba a Obama entre 4 y 5 puntos de diferencia. A medida que se fue conociendo la gravedad de la misma la situación cambió drásticamente, llegando Obama a sacarle a su contrincante entre 8 y 10 puntos en los sondeos; mucho menos en la realidad. Quiere decir, que la sociedad norteamericana, especialmente los jóvenes, ven en éste un mejor gestor de la crisis. Sin embargo, el problema es más grave de lo que parece. Los norteamericanos de estos últimos decenios se ha convertido en consumidores compulsivos, no producen lo que consumen sino que lo importan, provocando un déficit verdaderamente escandaloso. Enjugan ese déficit por el control del sistema monetario y el mundo de las finanzas, pero eso ha terminado provocando la quiebra del sistema. ¿Obama va a cambiar ese estado de cosas? Habla de mejorar los sistemas de asistencia social, es decir, incrementar los gastos del Estado. Se trata de dar el panem et circenses a sus propios conciudadanos, pero eso significa mantener una política imperialista para la que los EE.UU. ya no están preparados, como ocurrió en los años de la Guerra Fría. La contestación a los gastos que esa política genera, incluidas las guerras de Irak y Afganistán, es cada vez mayor dentro del país, pero también de sus aliados. Por otro lado, tampoco América puede practicar una coacción tributaria sobre los países sometidos. No tiene ya recursos. A Obama le ha caído encima una tarea ímproba, cuya solución está por ver. Barack va a necesitar mucha baraka.