Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Flores en la calle

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ES LA VOZ de la campana / vano lamento / de un cadáver sombrío y macilento / que en sucio polvo / dormirá mañana. Es llegado el mes de noviembre dichoso mes, que empieza en Todos los Santos y termina en San Andrés. Tiempo contradictorio éste, en el cual se entremezclan las flores y los lazos, que es pueblo austero y religioso se echó a la calle con una brazada de flores al brazo. Corre en busca de sus muertos y éste es siempre un ejercicio sagrado. Porque cada uno tiene sus muertos, intercambiables, y se entrega a su colorido sentir. Esto no es un golpe lírico, sino una página de prosa a la cual, más o menos, todos estamos obligados. En estos días de ánimas benditas, hasta el menos creyenciero se siente obligado a repasar su cuaderno de difuntos y se detiene cuando da con el recuerdo de aquellos que fueron muertos insepultos y quedaron perdidos en el arroyo tumultuoso o en la cuneta hospiciana. Porque España, señoras y señores, es tierra de muertos y conviene a todo ser humano o ayuno de sentimientos, rescatar un tiempo precisamente para aquellos que murieron o les murieron sin culpa. Me a cerco al gran cementerio en el cual deposité en su día los cuerpos amantes y recorro las calles orladas de árboles severos y me detengo ante muchas de las lápidas por las que consigo rehacer la historia verdaderamente histórica, que es la que se hace con amor. Allí están mis amigos, mis maestros y mis verdugos, todos juntos pero no revueltos y allí deben detenerse los unos y los otros, los poderosos y los míseros. Unos bajo mármoles refulgentes y otros cercados por unas alambres que recuerdan las cárceles del alma. Ya entre las sombras de la lejanía apuntan las rosas místicas de la amada y no puedo contener las lágrimas. Lágrimas escénicas si se quiere pero al fin y a la postre efectos de una triste realidad son. Porque la única realidad que se mantiene en la vida de los seres humanos es la muerte. A ella vamos y en ella descansamos definitivamente. Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierta / contemplando / cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte / tan callando... Es el tiempo del silencio y del rescate de los recuerdos. De las flores en la calle y de los versos de Zorrilla: «Con oro nada hay que falle / Ciutti ya sabes mi intento: / A las nueve en el convento / y a las diez en esta calle... La calle es honda y los sonidos sepulcrales se extienden por la Ciudad. Aquí se acaban los engaños y las crisis. Cuando la voz de la campana emite su mensaje final, no nos quedará si no la estampa colorista de lo que fuimos. Al lado de la sepultura a la que todos vamos a buscar, insisten los versos escénicos del Tenorio. Y no porque el tiempo ponga al descubierto las tentaciones de los amadores, sino precisamente por lo contrario: Por la voz de la conciencia que nos avisa que en resumidas cuentas nuestras vidas son los ríos que van a dar la mar. Dichoso mes tan poblado de muertos...

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