Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El coñazo

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VICTORIANO CRÉMER
León

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DESDE «El Libro del Buen Amor», del Arzipreste de Hita, hasta «El Diablo Cojuelo» que se permitió la licencia de aceptar la autoría prestigiosa de Vélez de Guevara, pasando naturalmente por los términos inscritos en ese diccionario del castellano castigado de la maragatería, España, el idioma o para ser más exactos, la lengua castellano-española es rica en contenido y libre como la burra del guarda, en la finca del bien decir y del mejor entender. Y cada tiempo crea su singularidad, su tópico, su mención que con el tiempo y unos gramos de ingenio acaba convirtiéndose en aparato oficial de la comunicación popular. León, que es tierra de invenciones, inventó el término de «la retranca» que es algo así como el descubrimiento de una cierta forma peculiar de mencionar la manera de ser, la esencia popular del sentimiento íntimo de las gentes sin graduación. Lo mismo que existen los diccionarios oficiales, andan escritos a mano, los cuadernos agudos y un tanto maliciosos pero exentos de intención malévola. Como por ejemplo, el término «coñazo», que, traducido directamente del habla de la calle quiere expresar el sentimiento de cansancio, de aburrimiento o de hartazgo que el suceso produce en quien le escucha, o le lee, si lo que lee o escucha, abandonando los cánones oficiales, se extravía en un lenguaje figurado que siempre quiere expresar lo que no dice. El coñazo es la referencia estricta de un cierto estado de conciencia que no permite acoger el término como un insulto o como una prueba de vulgarización, sino lisa y llanamente, se trata de un epíteto, que quiere significar que se nos está sometiendo a un ejercicio difícilmente soportable de aburrimiento. Un político importante de nuestra colección, con motivo de una fiesta emblemática en la que se recuerdan anales dignos de recordación, como es o debe ser el descubrimiento de las Américas y su conquista, se permitió o se le escapó por entre los entresijos de su cansancio y de su fastidio, de su desazón o desgana, emitir un vocablo que en puridad resultaba un escándalo político, ya que con esa libérrima expresión venía a exponerse el estado de ánimo personal y quizá también el decaimiento público ante un acto que no respondía o responde mal a los sentimientos del común. Y no. El exabrupto no es un término devaluado, sino una forma de hablar de la gente del pueblo y el término de «coñazo», con todo y con la cantidad y variedad de traducciones que admite, y pese al escandalillo interesado que pudiera suscitar al cabo de cierto tiempo, (porque los vocablos necesitan tratamiento y uso para ser admitidos en el Gran Diccionario, será motivo de estudio y de respeto académico por parte de todos. Como víctima de un error como el del político y que le pudo parecer un coñazo el desfile de la Hispanidad, solicito para mí comprensión, porque a mí también un día se me escapó el mecanismo de expresión y de calificación y se pudo escuchar lo que no dije en verdad. ¡Y viva Pérez de Guzmán!

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