TRIBUNA
No es un pájaro, no es un avión... es el capitalismo
YA SABEMOS la razón de la crisis que está paralizando nuestra economía, aquella que hace que las compras se retrasen, que no se vendan pisos, que los empresarios decidan esperar para comprar una máquina o realizar una inversión, la que produce que de nuevo aparezcan colas en las oficinas del INEM/ECYL: el capitalismo salvaje. La excesiva libertad del mercado que fomenta comportamientos voraces y desproporcionados que hay que eliminar. Es el Hombre del Saco de la economía, el Coco de los mercados. Y aquí siempre se pone el ejemplo de los directivos de los grandes bancos estadounidenses e incluso el de las entidades financieras españolas, siempre en beneficios, que no perdonan mendigar ayudas para cubrir desequilibrios de tesorería que no se entienden muy bien. Aparecen en los medios de comunicación opiniones de todo tipo y calado: gurús de economía licenciados en nada, políticos que aprendieron en dos tardes y otros que nunca la aprendieron. Todos con algo que decir, que no cuesta nada. Y menos aún si prosigues con la tendencia actual de demonización del capitalismo, lo que parece lógico si estos analistas de pacotilla no disponen de las herramientas necesarias para el análisis. Porque vamos a ver: ¿Qué mercado funciona en libertad? ¿Dónde hay competencia perfecta? ¿Dónde está el capitalismo? O de otra manera: ¿Dónde no influye el Estado? Desde el siglo XIX, cuando la participación del Estado en la economía nacional era de un 4% del PIB de media, no ha dejado de crecer, convirtiéndose en el verdadero protagonista económico llegando en algunos países occidentales hasta el 45% (media el 35%). Y todavía eso nos parece poco. Y la gente pide más intervenciones, un tal Carrillo, abanderado de las libertades, en una reciente entrevista, analizaba la situación actual considerando que la economía dirige la política, por lo que habría que dar un giro para que sea ésta la que dirija la economía. ¿Pero no ha aprendido de las economías soviéticas? Y muchos llevan este camino de pensamiento. Mayor intervención, más reglas, normas y leyes. Pero por favor, si los empresarios españoles han de cumplir más de 2.000 normas actualmente y ¿todavía queremos más? ¡Qué desagradecidos somos! El capitalismo, no debemos olvidarlo, ha producido un incremento del bienestar social y económico sin precedentes en la Historia de la Humanidad. Estamos atravesando un periodo de decrecimiento y seguramente de recesión, con lo que conlleva en desempleo, desde luego no se me ocurre peor momento para introducir nuevas trabas en el mercado para mermar la competitividad de nuestras empresas. Al contrario, hay que ayudarlas y realmente, no de cara a la galería, derrochando el dinero de nuestros impuestos, en fuegos fatuos dirigidos al sector financiero, sino facilitando la creación de empresas (¿cuáles son los requisitos y pasos para crear una empresa? ¿y los gastos que conlleva? ¿el tiempo que transcurre?), propiciando el ajuste de plantillas a la situación de cada mercado, eliminando disposiciones y restricciones y sobretodo eliminando los reinos de taifas provincianos, y buscando un único mercado nacional. Se me ocurre un ejemplo de actividad desregularizada, la del comercio oriental en nuestras ciudades: para ellos no hay leyes, ni impuestos, ni inspecciones y funcionan y crecen y ahogan al tradicional, que sí ha de cumplir con todos los requisitos legales y formales. Y la pregunta que surge inmediatamente es si tantas leyes son necesarias. Seguramente sobren muchas, aunque todas serán necesarias para los cientos de miles de funcionarios que las controlan. Y seguimos preguntándonos si es que realmente controlan, porque un día se despiertan dándose cuenta que muchos bancos españoles y extranjeros se encuentran al borde de una suspensión de pagos. Y es que el mercado monetario no está muy liberalizado, que se diga. Hasta el producto que se compra y vende lo «fabrica» el Estado, por lo que alguna responsabilidad tendrá en este desaguisado. Habrán fallado los controles y los estudios del Banco de España para llegar a esta situación. Parece normal que cualquier agente en el mercado tienda a buscar su máximo beneficio y así han actuado los bancos en un mercado absolutamente rígido y planificado. Que nadie mire para el otro lado. Si la mayoría de los mercados de bienes y servicios, me atrevería a decir, están férreamente encorsetados, en la situación actual sorprende este empecinamiento; no por irracional, que también, sino porque es el que habitualmente se da en los momentos de crisis económicas: el cierre de las fronteras, el proteccionismo, aranceles, mayor intervencionismo, mayor crecimiento del estado,¿ Algunos economistas justifican este comportamiento en base a que los Gobiernos lejos de buscar el bien común (social), tratan de proteger los beneficios de ciertos grupos de presión y en esta clave analizan los incrementos de la participación del estado en la economía. Toman dinero del ciudadano medio para repartirlo entre los diferentes grupos de presión. El gobierno se convierte entonces en el gran padrecito de la economía, un Robin Hood furibundo que toma de los pobres para dárselo a los ricos (y me vuelve a la cabeza la fotografía del presidente sentado con los presidentes de las entidades financieras). Quizá sea mucho profundizar. Es muy gratificante siempre poder echar la culpa a otros y de paso poder crecer en tamaño, aumentar la esfera de poder (no conozco ningún caso de lo contrario), pero que siempre se haga dañando el bolsillo del contribuyente ya cansa, más y más impuestos para cubrir presupuestos de locura en nuestros ayuntamientos, diputaciones,¿ Los estados, entendidos como instituciones pueden tener su razón de ser en ineficiencias de los mercados, como complemento de la iniciativa privada, pero nunca como sustituto de ella y para estas funciones sobra casi todo de lo que hoy tienen. Y lo peor de todo es que las consecuencias de ello han sido siempre dramáticas. No aprendemos. ¿H asta dónde ha de llegar el Estado y en general las instituciones públicas, han de crecer más, ocuparse de más actividades, regular más todavía? Y para ello, ¿cuánto más necesitan de los bolsillos de los contribuyentes? Porque cada actividad que se arrogue implica una subida de impuestos. Yo, en general, prefiero gastar mi dinero en lo que entiendo más beneficioso para mí economía y no para cubrir objetivos políticos y poco racionales. ¡Basta ya! A mí me gusta más la situación inversa, menos regulación, menos rigideces, mayor libertad y mayor responsabilidad en las decisiones adoptadas por cada agente, en general: más capitalismo. Pero del bueno, sin estridencias políticas.