TRIBUNA
Y cuando le contesta el corderito...
AQUELLO de la «conspiración judeo-masónica» de Franco, tenía más visos de realidad que este «corrido mexicano» que interpreta, en falsete, don José Luis Rodríguez «el lince», diciendo, sin rubor y sin perder la sonrisa, que la crisis es culpa de EE.UU., y que Europa y él, sobre todo él, conocido «desfacedor de entuertos», nos sacará de ella. ¡Apañados vamos! Al contrario de lo que gritan los «mariachis del gobierno» con sus medios de propaganda y desinformación, yo creo que «el cantante de la Moncloa» simula dar la cara, como un red bull (toro rojo) de anuncio, pero se esconde detrás de este «ajuste de cuentas del mundo financiero», que poco tiene que ver con la galopante crisis nuestra, tan descontrolada y cruel como sus directos responsables. Los yankees saldrán del atolladero financiero porque su economía real es productiva y competitiva, pero los pobres trabajadores españoles de estas diecisiete tribus de Belcebú, tendremos crisis para largo y sólo podremos pedir cuentas al maestro armero. Les remito a mi artículo «¡Ay, la economía!», publicado en esta misma página el 17-11-2005. ¿Cómo es posible?, se preguntan sorprendidos las gentes de buena fe, tan devotas del progresismo, que ahora se hacen cruces sin saber cuando y como se acabará el calvario. Es lógico. Si alguien se proclama «optimista antropológico» y además se deja llamar «ser superior», corre el riesgo de creérselo y de caer en la tentación de «tirar la casa por la ventana». Y cuando ese «ser omnipotente», pero de carne y hueso, se muestra enormemente generoso con quien no se lo merece y le colma de bendiciones urbi et orbi, entonces se transmite a toda la «borreguería» tanto necio optimismo que los rebaños, incluso los del PP, se creen que todo el monte es orégano. Y las cajas de ahorros y montes de impiedad, que manejan el cincuenta por ciento del cotarro financiero, se contagian de la felicidad consumista, se creen que el dinero es maná caído del cielo, y se convierten en entidades seudo financieras que no quieren saber nada de los riesgos y sus concentraciones, y complican al máximo un negocio sencillo, transparente y elemental, como debiera ser el de la intermediación dineraria, principio y fin honesto que debería alimentar, con raciocinio y justicia, la obra social. Desgraciadamente, se perdió el respeto al dinero de los demás, y los malos gestores se aplicaron el cuento de que la caridad bien entendida empieza por ellos mismos, de tal manera que los consejos de administración y los altos cargos, tan prudentes y capacitados en otros tiempos, se convierten ahora en «hijos pródigos» que malgastan nuestro dinero en faustos y mamarracheos diversos en Londres, Nueva York, Pernambuco o las Chimbambas, y todo bajo el «aura protectora» del súper-ser Zapatero, que no permitirá ya que ningún otro dios menor pueda pedirles cuentas y mandarlos al infierno. Las cajas de ahorros, señor Herrera, más que músculo, lo que necesitan es cerebro y una buena ley. Las Cajas de la Castilla y León del PP gestionan sus recursos exactamente igual que las Cajas de las comunidades del PSOE o del PNV, y en nada se distinguen las unas de las otras. Por eso, esta crisis es la explosión de una bomba con espoleta retardada, fabricada por políticos, banqueros y constructores sin escrúpulos, con la anuencia de los notarios del reino que dan fe, y unos medios de comunicación que andan a la altura del betún. ¿Dónde están los dineros negros y los cientos de miles de billetes de quinientos euros? ¿Dónde han ido a parar tantos millones de comisiones? ¿Cuántas toneladas de oro del Tesoro Nacional se han vendido y por qué? ¿Por qué se hizo en el peor momento, cuando el precio era bajo, y no se esperó hasta ahora que sube como la espuma? Descubierta, a groso modo, la gran mentira del desarrollismo barato de los últimos años, viene el «salvador gobierno de los viva la vida y abajo el ahorro» y, haciendo tabla rasa, nos obliga a pagar justos por pecadores, a socorrer a todos esos sinvergüenzas desvalidotes que, sin declararse como tales ni arrepentirse de nada, van a seguir llevándoselo crudo (o cocido, que tanto da), decidiendo sobre nuestro futuro, tan ricamente para ellos. ¿Esto es el socialismo? Sí, es el socialismo de garrafón de los sopenas, las mariantonias y las maravillas rojo, tan bien situadas. Para consolarme, el otro día le dije al cura de mi pueblo que eso de ir a buscar la oveja descarriada está bien siempre que se deje el rebaño a buen recaudo; pero que lo del hijo pródigo sólo puedo entenderlo con el corazón de la caridad y nunca con el cerebro de la justicia. ¿Por qué -le pregunté- el hijo pródigo Zapatero, sin arrepentirse, ni pedir perdón, sino todo lo contrario, sacando pecho (es un decir), hace causa común y se erige «omnipotente padre bondadoso y valedor» de todos los Bancos, Cajas y demás hijos pródigos de España? ¿Acaso quiere, sin mandato ni derecho divino, invadir las sagradas competencias de la iglesia de Cristo? Está claro -me contesté a mí mismo-, los pseudosocialistas, tan suigéneris que nos animan al consumo cuando deberían promover el ahorro, son creyentes de tan buena fe que ven en Zapatero al mesías prometido y no osan dudar de sus milagros. ¿Qué milagros? Todos. Él tiene todo el poder y la gloria, y hasta le rinden pleitesía Rajoy y Herrera con toda la mesnada popular, tan desangelada. ¿Crisis? Sí, para los pobres. Los ricos viven rodeados de lujos y privilegios orientales como en la corte de Babilonia. Puedo comprender que Zapatero, mas que poner una pica en Flandes, prefiriera retirar las tropas de Irak, pero no lo creo capaz de presentar un buen plan de salvamento nacional, ni de poner, bien puestos, «un par de huevos» en Washington, por mucho que cacaree y escarbe cerca de Obama y Sarkozy. En cualquier caso, ¡ora pro nobis Zapatero!