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Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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CUALQUIER excusa es buena para ejercer la demagogia. Al Gobierno socialista le han acusado de «meter la mano en la caja de los pobres». Un exceso verbal de Gonzalo Robles, diputado del PP, en sede parlamentaria. Fue la culminación de una campaña de su partido, coreada por algunos medios, contra la asignación parcial a los Fondos de Ayuda al Desarrollo (FAD) de un gasto decorativo: la remodelación de una sala en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra (Suiza). La factura asciende a veinte millones de euros. Más allá de tan demagógica acusación de dicho diputado, que puso de los nervios al ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, durante la sesión de control del miércoles pasado, lo cierto es que estamos antes un costoso homenaje, con aspiraciones de permanencia, a la obra predilecta del presidente Rodríguez Zapatero: la Alianza de Civilizaciones. En la remodelación destaca la controvertida cúpula de la sala de los Derechos Humanos, encargada a Miquel Barceló, el artista español más universal del momento. El pintor mallorquín habría cobrado, al parecer, 6 millones de euros por su trabajo. Los imperativos de austeridad en plena crisis económica y las apelaciones a la lucha contra la pobreza, habituales en el discurso de Zapatero, han suscitado críticas en las que se pone de manifiesto la falta de coherencia del Gobierno. Pero no deberían llamarse a engaño en Moncloa porque que el compromiso oficial en la cruzada contra el hambre en el mundo no acaba de compadecerse con el dispendio llevado a cabo para decorar un local donde, entre otras cosas, se discute sobre el modo de llevar adelante dicha cruzada. La gente de la calle aplica el sentido común respecto al orden de prioridades con el que trabajan sus gobernantes. Y es lógico que se pregunte si no hubiera sido mejor rescatar de la miseria a miles de africanos con lo que cuesta pagar el embellecimiento de la sala donde se decide el modo de rescatar de la miseria a miles de africanos. Es la pregunta del millón: ¿Se hubiera podido hallar un mejor empleo de los 6 millones de euros que, al parecer, ha percibido el pintor por la ya famosa cúpula? Asunto de muy distinta naturaleza es la valoración artística de la obra. Se trata de dejar una huella cultural de la España de hoy en el mundo de mañana, pero podría ocurrir que sólo fuese un fogonazo y no resistiera el paso del tiempo. También por eso, entonces, sería un dinero mal empleado.