BURRO AMENAZADO
Plaga jabalinera
VAS A buscar senderuelas a un prado y te lo encuentras levantado por la jeta de los cerdosos. En el monte, por la hojarasca de robles y hayas, las hozaduras serpentean en busca de bellotas, hayucos y refugios de ratones de campo, a veces como si hubiese pasado una excavadora. En los maizales de la ribera, las sendas y los encames con mazorcas devoradas indican que los jabalíes engordan con tanta pitanza y cobijo. Menudean los zambombazos nocturnos entre vehículos y cochinos, con abundante estropicio, sobre todo en el Páramo y la Ribera del Esla. Puede parecer que el verraco montuno prospera gracias a su carácter escamón y a que, en las batidas, los cazadores, impresionados por el bulto de las piezas, no afinan la puntería. La clave de su esplendor numérico es que este ungulado tan rústico tiene un potencial reproductor similar al de los pequeños roedores, vamos, que es una máquina a la hora de producir crías, esos rayones de librea listada que, en tres o cuatro meses, se convierten en jabalíes rojos de entre 15 y 30 kilogramos, pues engordan velozmente, sobre todo si hay maíz, patatas o montanera. Suelen darse dos momentos de paridera, uno precoz, entre febrero y abril, protagonizado por las jabalinas talludas, y otro estival, en agosto y septiembre, fruto de la preñez de jabalinas primíparas, de celo primaveral, o de adultas que perdieron a sus lechones. En León el número de descendientes por hembra oscila de cinco a siete, auténtico motor de la plaga jabalinera. El aumento de la densidad de cerdosos en la Montaña Cantábrica está afectando a una serie de especies terrestres que resultan depredadas, caso de batracios como la rana roja, de reptiles como el lución, o de aves que crían en el suelo, comiendo las puestas, sea alondra, perdiz pardilla o urogallo cantábrico. Consumidores de bellotas como el oso pardo, el lirón gris o la paloma torcaz también pierden recursos ante la competitiva grey cochinera, resistente ante el diente del lobo.