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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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LA HERMOSA luz invernal de Sevilla acogió esta semana la tercera edición de Mercartes, la feria de las Artes Escénicas que organizan conjuntamente las empresas productoras, los teatros públicos y la Coordinadora de Ferias del Estado. Como en estas ocasiones conviene ponerse optimistas, allí se dijo que el sector teatral, acostumbrado como está a vivir en crisis, puede enfrentarse con cierta despreocupación a la incertidumbre del momento económico: una epidemia de gripe no afecta demasiado al que está permanentemente acatarrado. Aunque esto no sea cierto del todo, hacemos como si fuera verdad y eso ha permitido que la edición de Mercartes haya sido un éxito «de crítica y público»: los expositores sirviendo jamón para vender teatro, los programadores cargando materiales como para atender la demanda de cinco temporadas neoyorquinas y las instituciones públicas, incluyendo nuestra Junta, luciendo ingenio a la hora de vender imagen. Todos, en fin, siguiendo las primarias instrucciones mercadotécnicas de la Pantoja: «dientes, dientes, que es lo que más les jode». Las cosas, claro, no son tan sencillas. La exhibición escénica descansa con su pesada carga sobre los abrumados hombros de la administración local y los frecuentes retrasos en los pagos, como hemos visto estos días en algún teatro berciano, amenazan las frágiles economías de la producción. Y detrás del despliegue de medios de estands de comunidades como la nuestra se abre un tremendo vacío de políticas concretas, cuando no de pura dejación de funciones que, en el último año, está dejando a las compañías de Castilla y León en pelotas en las mesas de decisión del Estado. Pero ya se sabe que al mal tiempo hay que ponerle nuestra mejor cara y así hemos estado en Sevilla: apretando esfínteres y luciendo dientes.