Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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EXISTE lo asturleonés, claro, pero se reparte en dos tierras y sociedades tan vecinas como desiguales: Asturias y León. Y aunque es posible que en las zonas montañosas de León, lo astur esté más presente, es bien ridículo mitificar esas semejanzas y a la par, sostener -como se deduce del discurso leonesista- que entre León y Palencia hay un abismo; una severa zanja etnográfica. Guste o no, León se parece más a Castilla que a Asturias. En todo caso, creo que lo leonés existe mucho más que lo asturleonés. Ahora. Y no solo como recuerdo étnico de un modo de vivir ya desaparecido, y cuyo más señero emblema es la trébede. No: existe lo leonés ahora, hoy. Un aura, una respiración. León, como cualquier otra región española, también es un nido. Con luces y sombras propias, colores y aromas. Un estilo un tanto rural, aún. Arraigado y cauteloso. Noble. Leoneses: eso es lo que nos toca ser, lo que nos atañe. Pero para ir desde ahí lo más lejos que podamos. Ser lo más universales. Y para ello no es imprescindible una autonomía uniprovincial. Que sí les hace falta a quienes sueñan con ser consejeros de esa provincia. Jefecillos, gente que crea instituciones, empresas públicas¿ Aunque no sé con qué dinero, visto lo visto. Los leoneses podemos ser lo que somos en el marco de Castilla y León. Al margen de las siempre muy matizadas diferencias socioculturales. Y, eso sí, reivindicando lo que nos corresponde. Que en ese terreno queda mucho por hacer. Exigir y tener. Pero me vuelvo al título: lo leonés es tres. ¿Por qué digo tres? Bueno, me arriesgo: porque creo que existen tres escenarios de lo leonés, uno de ellos muy peculiar. El primer escenario es el de la diócesis de León. Esa tierra que es montañosa al norte, con los verdes valles que se suceden desde Laciana a Valdeón. León luego de las penillanuras, de las villas feriantes, de los ríos que el Esla ordena. León gótico puro. El otro escenario leonés es el de Astorga. Los romanos sabían mucho más que don Javier de Burgos, el que delimitó las provincias de España, y ya conocían las dos leonesidades: la de León y la de Astorga. Luego la Iglesia, que es muy lista, vieja y suya, organizó el asunto religioso con el mismo dibujo: diócesis de León y de Astorga. Uno es leonés de Astorga. El otro día lo comentaba y compartía en Valencia con Antonio Colinas, un gran poeta, universal y viajero, pero engarzado en el centro de esa tierra astorgano-leonesa del Teleno y sus laderas. Leoneses de Astorga somos los bercianos, los maragatos, los sanabreses, los de Vidriales y hasta Benavente. Leoneses de Astorga, sí, con la Cabrera y su misterio. Y la Carballeda, Tábara, el Aliste, las tierras de La Bañeza. Esa leonesidad -y me lanzo- también habla gallego. No sólo en el noroeste del Bierzo, sino también en Valdeorras, tierra astorgana en lo eclesiástico. Los valdeorreses son los hermanos de los bercianos que hablan en gallego. También en el Bolo y Trives, aunque ahí ya hay más dudas. Lo leonés trasciende lo gallego un poco. Como lo gallego, cierto, vuela en el Bierzo del Valcarce y en todo el acento comarcal. Pero quedaba y queda un tercer León, puesto a ser intrépido. Que no puede ser otro que el de los Tras-Os-Montes portugueses. En Tras Os Montes se nota muy bien que Portugal es hijo del reino de León. Por algo en Miranda do Douro aún hablan el leonés, que ellos dicen mirandés. Por cierto, Miranda, que debe tener dos mil habitantes, ¡cuenta con campus universitario¿! Estos tres escenarios leoneses acaso se podrían articular en algo. Incluso con Asturias, el resto de Zamora, Salamanca y Cáceres. ¿Pero cómo? No sé. Solo sé que lo leonés existe. Y que, a la vez, es algo ensoñado, literario. Pero que se siente.

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