Diario de León
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SIN ENTRAR ahora en comparaciones odiosas con otras épocas, tan proclives a la demagogia, la lectura de la prensa revela un aumento de la violencia en estos últimos años. Vivimos en una sociedad donde las conductas violentas son más frecuentes o, al menos, más visibles. Son conductas patológicas, antisociales, pero no siempre son enfermos quienes las practican. No hay día que no nos desayunemos con un nuevo caso de violencia de género: casi 500.000 procedimientos penales en tres años, 126.000 denuncias anuales, 55.000 sentencias dictadas. No es la única violencia. Habría que añadir la que soportan muchas mujeres abocadas a una prostitución no deseada; la de algunos porteros de discotecas con muerte incluida; la violencia escolar; la carretera que causa aún demasiadas muertes. Esta violencia es soportable. En unos casos porque se trata de una violencia doméstica, privada; en otros porque parece ineluctable, propia de la modernidad. La cosa cambia cuando la violencia es pública y provoca miedo e inseguridad. Es el terrorismo, como hemos visto esta semana en Bombay o tantas veces en España por los atentados de ETA. Son también los robos y asesinatos a los que asistimos con cierta frecuencia últimamente. No se trata de las noticias que nos llegan de las grandes ciudades donde las bandas de atracadores y narcotraficantes actúan con una agresividad cruel, como hemos visto en el caso de los albanokosovares que agredieron a José Luis Moreno; se trata de que nos toca también a nosotros. Lo hemos visto en los robos en pueblos de León o en el asesinato que sufrió en la ciudad de León, Maite García, por un delincuente común.

Esta violencia que crea inseguridad ya no es tan soportable y, por ello, las autoridades se vuelcan en resolverla lo más rápidamente posible. En menos de 72 horas fue detenido el culpable de la muerte de Maite, y el pasado viernes se informaba de la detención de 18 rumanos a los que se acusa de ser culpables de los numerosos robos en la zona sur de León. El delegado del Gobierno, Miguel Alejo, afirma que León es una zona tranquila, poco segura para los delincuentes, pues el número de detenidos aumentó este año un 46% respecto al anterior; es verdad pero también ese porcentaje es una prueba de que hay un mayor número de delitos. Hay que dar gracias a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado porque, pese a sus pocos medios, son efectivas. Por ello, no hay que caer en alarmismos ni en posturas demagógicas, pues nuestra provincia no es aún una tierra insegura.

Aceptando esto último, sin embargo, habría que preguntarse por ese mayor número de delitos y por qué hay tanta violencia. Una explicación podría relacionar inmigración y violencia, dado que una buena parte de los delincuentes son extranjeros, pero esto no siempre es verdad. Además la inmensa mayoría de éstos son personas honradas que vienen a nuestro país en busca de trabajo. El paro también puede ser otra causa que contribuya a la delincuencia. Pero no creo que estos problemas coyunturales sean la principal causa de una violencia que es estructural. Ésta tiene que ver, me parece, también con el relativismo axiológico, especialmente la ausencia de valores religiosos, la desaparición de la religión en la escuela e incluso la eliminación de los crucifijos en las aulas, el laicismo extremo. Con el tiempo necesitaremos más policías y más cárceles por ignorar algo tan elemental que dijo Napoleón, tan pragmático: «más vale un cura que diez soldados».

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