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León

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ALGU

NOS padrecitos de la patria suya, se adelantan al primer término de la escena para anunciarnos que dentro de un plazo que ya le tocamos con las manos, nos será aplicada otra tanda de tasas o de impuestos para que vayamos haciéndonos cargo de la que todavía nos espera. Este nuevo cargo o carga nace del inagotable e insaciable manantial de zozobras del Ayuntamiento y se nos atoja una amenaza mucho más seria y dolorosa que cualquiera de las que la Hacienda Pública o el Ministerio de los dineros pudiera imponernos.

Lejos de amenguar la tensión impositiva se nos previene para una nueva carga sobre los débiles hombros a los que se les encomienda no ya los cargos, impuestos, gavelas que la patria en apuros necesita para salir de apuros, sino que como si a los ciudadanos de segunda les vinieran los dineros del pródigo maná, aún tenemos sobre nosotros el anuncio de una más grave imposición, cuyos efectos ni se conocen ni se dispone de medios para evitar sus riesgos.

El caso es que los señores del Municipio, que debieran estar pendientes de disminuir impuestos y reducir tasas, adelantan el curso de los acontecimientos y nos anuncian que serán aplicados nuevos cargos para acudir, se supone, a cerrar los agujeros negros que se han venido abriendo a lo largo de los esparabanes económicos puestos en circulación para mayor dolor de nuestros azares.

Nadie pone en duda la lealtad con que los señores que viven de servir al municipio (y que viven todo lo bien que les es posible disponer, caiga quien caiga), cumplen con su deber y disponen de medios para que no desfallezca el espíritu de servicio por lo que reciben los dineros del tribuyo, pero quizá, quién sabe, tal vez, conviniera que antes de imponer nuevas tasas o nuevos cargos, o impuestos de novísima marca, revisaran los estados de auténtica miseria en que están quedando millares de vecinos para los cuales no se observan tasas especiales ni aportaciones de auxilio.

El que pierde el trabajo, se queda sin pan y no le queda ni la sopa boba de los frailes, porque estos ya no están para sopas, y sin embargo si que les sería posible a los servidores del alto bordo que cobran por Caja municipal que pensando precisamente en el espíritu de solidaridad que debe reinar entre los necesitados, recortarán de sus personales nutrientes alguna migaja con las que quizá, quién sabe, tal vez, los pobres de este mundo pudieran respirar. Porque bien están tasas y hasta impuestos si los efectos se producen también sobre las nóminas de Ministros, de alcaldes, de concejales. ¿O no?