La brújula loca

DICEN que está volviendo Carlos Marx, que no sólo era un profeta sino que se dejó la barba más adecuada para su alto designio. Con los profetas no se puede tener prisa. El regreso de algunas teorías de Marx desconcierta un poco, porque está enmascarado con otras tesis de Keynes. Total, que los que sólo dominamos las cuatro reglas de la economía y sabemos que ninguna de ellas es verdadera, estamos hechos un verdadero lío. ¿Cómo se explica que en las épocas de crisis aumente el número de ricos de solemnidad? ¿Quién puede explicar que no existan malos tiempos para algunos contemporáneos? A la vista de los presupuestos, el señor Solbes puede decir eso, tan eufemístico, de ¡me cago en diez! pero no está en su esfínter defecarse en diecisiete. En las diecisiete autonomías a donde no ha llegado la crisis. En ninguna de ellas se repara en los gastos. La dignidad de los cargos exige un desembolso continuo. No sea que alguien acuciado por sus problemas visite a un alto cargo y no le juzgue por la altura de su moqueta, o por el número de sus guardaespaldas, o por la cilindrada de su vehículo. A los pobres conviene impresionarlos y no cabe duda de que tiene cierto sentido que los diecisiete presupuestos regionales para el año que viene sean deslumbrantes. Son los únicos fulgores que van a ver los que componen esa abstracción que llamamos pueblo, cuyo único deber, como hasta ellos saben, es dar buen ejemplo. La plusmarca del despilfarro la ostenta la Generalitat. El viaje de Carod Rovira a la India, acompañado de dieciocho de los suyos, costó unos 130.000 euros. José Montilla ha visitado dos veces Francia, Italia, México, Bélgica y Japón en medio año. Su paisano Santiago Rusiñol decía que si viajar ilustrara tanto los revisores de los trenes serían las personas más cultas del mundo.