Diario de León

Personas dependientes y ayuntamientos

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FUE EN EL VERANO de 1991 cuando llegué por primera vez a París en coche. Con Teo y Ana hacíamos un recorrido por Europa en el Mitsubishi Montero y el tercer día, después de dormir en Versalles, atravesamos el Sena y nos acercamos a Notre Dame. La silla de ruedas iba atrás, en el portaequipajes, de forma que se veía desde el exterior a través de las ventanillas del portón. Estábamos a cien metros de la catedral haciéndonos una composición de lugar y buscando sitio para aparcar, cuando, en menos tiempo del que tardo en contarlo, apareció un policía con una grúa, retiró un coche que ocupaba una plaza reservada para minusválido y nos invitó a entrar. Nos miramos asombrados primero por la eficiencia de la policía y después por el descubrimiento de la existencia de un tipo de aparcamientos destinados a discapacitados. Naturalmente no pudimos utilizarlos toda vez que, no existiendo en España, tampoco yo poseía el distintivo que acreditaría que el coche aparcado era de un discapacitado una vez bajase del coche la silla de ruedas. (A partir de entonces y de la Expo-Sevilla del 92, con una adecuación de espacios y eliminación de barreras realmente exquisita, en España, a trancas y barrancas, se han ido tomando medidas en este sentido ). Catorce años después, o sea, hace tres, cuando intenté visitar una exposición en el Musac no pude, ya que habían olvidado dejar plazas reservadas para el aparcamiento de coches de discapacitados.

Aquí en León se dio cita el hambre con las ganas de comer. El PP modorro de la Junta de Castilla y León encargó el proyecto del museo y don Mario Amilivia, de ideas tan cercanas a lo viejo, con su corte de Ana Guada (concejala de Servicios Sociales) y María José Alonso (concejala de Urbanismo), urbanizó el entorno. Encargaron el proyecto del edificio al equipo Mansilla-Tuñón, premio M. van der Roher de arquitectura y dejaron a la puerta la firma de todos esos años de política de tocador y reclinatorio: aquí yace la ley y la vergüenza.

Ahora, con la impunidad que dan los votos o las estructuras del partido, ahí tenemos a uno presidiendo el Consejo Consultivo de Castilla y León y a sus conmilitonas tratando de amordazar el pasado, con citas de Nietzsche: «Sólo el que construye el futuro tiene derecho a hablar del pasado». Tan difícil dejaron la situación para construir nada, con unas arcas municipales en la indigencia y una provincia exhausta de jóvenes que tuvieron que buscar otros horizontes. Es decir, ambos dos, don Mario Amilivia y la exconcejala de servicios sociales, están dedicados a lo propio, a sus asuntos. Ya Baudelaire se preguntaba adónde van los perros, y se contestaba: a sus asuntos.

Don Victoriano Crémer llama a don Mario Amilivia en alguna de sus columnas «caballero del honor», y tendrá sus razones, pero a mi familia no le hace ninguna gracia. Mi hermano, también minusválido, tiene una oficina en la Gran Vía San Marcos, en cuyo entorno, naturalmente, no había aparcamiento reservado para discapacitados. Al principio no le era excesivamente difícil estacionar cuando iba al trabajo, pero estos últimos años que aumentó desmesuradamente el parque móvil y todo Edmundo sacaba el coche a tomar vinos, aparcar cerca del despacho se convirtió en un imposible. Con estas premisas inició un vía crucis pausado pero continuo: envió escritos al Ayuntamiento, redactó notas explicativas y se entrevistó con los políticos a los que tuvo acceso, pero después de cuatro años las cosas seguían sin variación alguna.

Yo que le había dicho que así no conseguiría nada y le hablé de la sensibilidad de la concejala de Bienestar Social tan cercana a la del paramecio, miraba a mi hermano y a todo el proceso con cierta conmiseración, pero mi tío el de Valladolid, que es un clásico, dijo: cuando de la caja de Pandora salieron todas las enfermedades, los vicios y los males-¦ quedó la esperanza. Se multiplicaron los escritos, se ampliaron las reuniones, se habló con los amigos de los amigos-¦, pero-¦ la situación se hacía insostenible y no le quedó más remedio que contratar un abogado de Valladolid y llevar el tema a los tribunales. A primeros del 2006 el magistrado del juzgado contencioso administrativo n.º 2 de León condena al Ayuntamiento de León a que «-¦reserve dos plazas de aparcamientos de vehículos de personas con movilidad reducida, que deberán ubicarse en las inmediaciones-¦».

La última lección sobre este asunto la tuvimos en agosto de 2006 en Kassel (Alemania). Habíamos llegado siguiendo la ruta de los hermanos Grimm, de cuya Universidad fueron profesores, y de las exposiciones de escultura y diseño encuadradas en Documenta, Bienal Internacional de Kassel. Habíamos aparcado en una plaza reservada y estábamos descendiendo del coche cuando se nos acercó un policía alto y rubio que, primero en inglés y luego en un castellano bastante correcto, nos explicó que no podíamos aparcar allí, que si bien llevaba el distintivo de discapacidad, también llevaba debajo un número (que coincidiría con una matrícula), por tanto era una reserva nominativa y nos indicó otras, no lejanas, que eran reservas genéricas.

Por eso, cuando escucho a Zapatero decir que somos el octavo país en el ránking mundial, no sé a qué se refiere. Con sordina se ha dado la noticia: el gobierno de Venecia se ha negado a inaugurar el puente encargado a Calatrava porque, entre otras cosas, no contempló un espacio para la movilidad de sillas de ruedas. ¡Ah, estos españolitos, siempre dando la nota! Incluso los divinos.

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