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Publicado por
León

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¡HAY SERES humanos que tienen respuestas! Luis-Salvador López Herrero, médico y psicoanalista, hombre de ciencia y de letras -”lo cual resulta cada vez más raro debido a la esquizofrenia de la que adolece nuestra educación especializada en exceso-”, acaba de publicar un libro documentado, matemáticamente estructurado y muy personal en el que, apoyándose en la trayectoria vital y la obra de Freud y de Lacan, aborda las relaciones entre los mensajes del inconsciente y la poesía. Su texto ensayístico se titula: mito y poesía en el psicoanálisis: una experiencia a lo real y está publicado por Biblioteca Nueva.

El libro comienza tratando de contradecir o superar argumentalmente la afirmación de Wittgenstein de que el psicoanálisis es fundamentalmente una «mitología poderosa» explicando para ello que, igual que existe una lógica en los mitos que define a la colectividad que los engendra, cada uno de nosotros somos también definidos por nuestro mito interior, por la inercia de nuestro discurso consciente e inconsciente, el cual igualmente nos define. Y es que ese discurso, construido con palabras, puede contener una queja que apunta a un malestar y su fuente... Al psicoanálisis le interesa, para alcanzar la cura, ese discurso mito-lógico y sus porosidades, los huecos por los que aflora nuestro inconsciente.

El autor se va adentrando por eso primero en la relación entre mitología y psicoanálisis, concluyendo que el psicoanálisis trata de «separarse del hechizo de sentido que ejercen las palabras en la búsqueda de esa verdad que encierra la narración, y para eso es necesario hacer resonar el sin sentido que palpita en las mismas, como alma y motor del propio discurso»-¦ Efectivamente es en este punto en el que se encuentran, en mi opinión, la mitología, el psicoanálisis y la poesía, como bien entendieron Breton y los primeros surrealistas.

El libro se adentra pues en los descubrimientos de Freud, en sus malestares, en su amor a la verdad y sus investigaciones con el objetivo de hacer operativos sus descubrimientos, y se adentra también en los hallazgos igualmente fascinantes de Lacan, y he de decir que esta parte del libro se lee como una novela.

Una vez establecido que existe un más allá del discurso, como un más allá del mito, y que por eso todo análisis debe ir más allá de la propia palabra, el autor se centra en la relación entre el mito y la experiencia analítica en sí. En esta parte es en la que sitúa el psicoanálisis como un más allá de la ciencia médica, pues empezó ocupándose de lo que no trataba la medicina hasta acabar acotando un terreno propio que tiene ahora que ver con la palabra asociada a conceptos como el de verdad, el de goce y el de síntoma.

Este ensayo nos enseña pues que el psicoanálisis se ocupa de la gramática de la vida y, desde esa gramática, revisa profundamente nuestras pasiones y síntomas e incluso nuestro inconsciente sexual para tratar de reconducirnos la existencia hasta llegar a ese más allá de la imagen y la palabra que es la cura.

Todo el meritorio trayecto intelectual que recorre este ensayo acaba como empieza, en la poesía: «De ahí que, en su lugar, lo que aparece como causa sea, precisamente, un agujero u oquedad que siempre había invitado a la búsqueda de un sentido que ahora resplandece como fugaz e imposible-¦ A partir de ese momento se radicaliza aún más la experiencia por la palabra y sus efectos de fuera de sentido, aún cuando la palabra no cese de insistir en la captura de lo imposible por la vía del sentido. Y es que, en cierto modo, hay que ser poetas para bordear y tocar lo real, aun cuando, como ya sabemos con Rimbaud y su silencio, la poesía misma sea imposible». Este libro, como una mujer desnuda en un cuarto oscuro, es una luz.