Diario de León
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León

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EN INVIERNO, es la oferta de alimento la que rige la vida de las aves. Hay que comer mucho y engordar y hacer reservas para cuando llegue la primavera, época de la reproducción. España es un paraíso invernal para especies sedentarias e invernantes, gracias sobre todo a la producción de frutos de los montes. Al norte, tenemos los frutillos rojos del acebo, el majuelo y el rosal salvaje, y los negros de la hiedra, buscadísimos por los bandos de zorzales alirrojos que nacieron en los lejanos abedules de Escandinavia y Rusia, y festín también para los mirlos y petirrojos locales.

Los montes mediterráneos producen plétora de frutillos violetas, desde los del acebuche u olivo salvaje, a los del lentisco, el mirto y las olivillas, sin olvidar las bolas anaranjadas y azucaradas del madroño. Cada rodal de encinas o alcornoques con este matorral frutero es un emporio de pájaros frugívoros: estorninos negros y pintos, zorzales comunes y charlos, currucas capirotadas, acentores, petirrojos y mosquiteros comunes se ponen las botas con esta granilla rica en aceite. Por cierto que este consumo pajarero es vital para que se dispersen las semillas y broten plántulas nuevas a distancia de los árboles progenitores, convirtiéndose las aves en preciosas aliadas de los forestales. El otro maná que buscan las hordas de emigrantes alados son las bellotas de la montanera. Las dehesas de Salamanca, Extremadura, Andalucía y Portugal albergan enormes contingentes de grullas y palomas torcaces que engordan, como los cochinos ibéricos andarines, a base de engullir bellotas dulces.

También tenemos especies que llegan aquí a gozar de un suelo que rara vez se congela, en el que encuentran caracolillos, caso de las avefrías, o lombrices, como las becadas o pitorras que han aterrizado en los robledales de León y que, a la noche, salen a hurgar con su largo pico en las praderas frecuentadas por vacas y ovejas. El juego de las estaciones lo siguen las aves, frugales y viajeras.

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