La voz del predicador
IBA PARA CURA párroco y se quedó simplemente en devoto de Santo Martino, que debe ser santo muy cuidadoso de sus fieles. Y como miembro de la Cofradía del Santo parroquial, dedicó su tiempo, que también era oro en fervores, en orar para los niños del Senegal y por las mujeres de Tanzania.
No sé por qué haría esta distinción, pero sin duda obedecía a una clave religiosa de la que nunca había pensado en abdicar.
Era un fiel a machamartillo y cuando le contemplaban los vecinos por la calle, se decían: «Ya va el vecino a la novena».
Y en la novena de la Virgen rezaba por todos. Su ambición, su santa ambición era la de predicador.
No eludía ningún compromiso que le obligara a predicar en público o en privado contra la malversación, contra la mentira y contra la concupiscencia, que nunca sabremos lo que con esa palabra quería condenar. Pero por concupiscente tenía por todo aquel que no le cantaba las verdades del barquero al que no acudía a las demandas del hambriento con el pan de la caridad o le ofrece techo al niño perdido y no hallado en el templo.
Gritaba hasta agotarse cuando llegaba a su corto conocimiento que la tal o cual asociación de judíos seguía usando de sus poderes políticos para explotar al pobre y condenaba al mendigo.
Cuando acababa de proponer todos los castigos del infierno para el impío o para el usurero a cuenta de las hambres del prójimo, se sentía confortado y limpio de alma como si con su filípica hubiera redimido a toda la comunidad. Y dormía plácidamente empeñado en sus sueños de enviar a los infiernos a quien desde escalas del poder se aprovechan para hundir un poco más al mísero e infeliz desvalido.
Pero ¡ah! cuando algún exégeta del barrio le detiene para instarle a que se una a la asociación de los defensores de la justicia y de la verdad y le solicitan como miembro de quienes dedican sus furores éticos, democráticos, cristianos y lo que hubiera que demostrar, oculta el bulto y dice que él no es un cristiano al servicio de nadie ni de nada. ¿Ni de la verdad? ¿Ni de la justicia?
Ni de eso. Contesta. Dios proveerá. Y mientras solicita, eso sí, con devoción, la presencia y los milagros de la Providencia a la cual recurre con frecuencia.
Los pobres del barrio siguen presos en las redes del hambre y los usureros, los piadosos miembros de la tal o de la cual ONG cuyas asistencias han conseguido en los diez años que llevan de funcionamiento hacer un puente en el Senegal, por ejemplo, donde precisamente no hay río...
El chico, de chico iba para predicador, pero lo que practicaba era una cierta manera de escabullirse, de disfrazar su aventura personal. Y oponerse con razones sensatas, con ideas abiertas, con doctrinas de renovación y de rescate por más que estas acciones supongan un riesgos, eso, no por Dios.
«¿Y lo de Jesucristo arrojando a los ladrones del templo, ¿no les dice nada? Y a lo mejor los dominadores se burlan de los predicadores y dicen que son personajes de ficción para el cine de Barrio. El chico se ha quedado en un predicador inútil. Se anuncian otras subidas de precios y el chico que iba para predicador dice que no hay derecho...