Diario de León

El que fue a Mansilla perdió la silla

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León

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TODOS queremos más, y mucho más. Todos, naturalmente empezando por España, que sí que tiene derecho a estar en Washington y en donde tenga a bien o a mal necesita, necesitamos como el comer, que se nos haga un hueco entre los ricos del mundo para poder disponer de razones y trasladarlas al auditorio oportuno para que se nos escuche, a ver, se dice el hombre común y obediente, a ver si conseguimos que el señor Sharkozi siga tendiéndonos su capa amparadora y al menos nos permita hacer uso de la silla que le permita a nuestro representante exponer las razones políticas, financieras, históricas y futuristas, mediante las cuales nos sea posible entrever, aunque sea a la distancia que a los demás países, la luz del día lejos de las sombras tenebrosas en las cuales estamos como condenados.

Estaremos en la reunión de los dineros en Washington y se escucharán nuestras réplicas hasta intentar y conseguir sacar la cabeza del charco. Y el común de vecinos, sin acritud, que diría Don Felipe, pero sin pausa, que exigiría Ortega, humildemente, rumiando sus hambres y clamando al justo tribunal de los dioses: «Y eso de la recuperación ¿tardará mucho? Porque es que si a la reconstrucción económica y política se le asigna un espacio de espera como si se tratara de la Sanidad pública, entonces cabría temer se repetiría el clamor que denunciaría, en esencia, peligro de muerte.

El 15 de noviembre está previsto que se reúnan los representantes verdaderamente importantes para cambiar impresiones y ya sobre la marcha se anuncia que la segunda parte de este capítulo inicial se producirá algunos meses después. «¿Algunos meses? ¿cuántos?»

Se nos replicará que las cosas de palacio van despacio y que por tanto no cabe empujar para ocupar la silla que nos tienen prometida y que por cierto tantísimo nos costó conquistar, pero tampoco es posible ni correcto pensar que un Congreso de tal intensidad pueda determinar conclusiones que nos puedan beneficiar a las primeras dadas como se dice en el juego del tute perrero, pero como todo español sabe es un modo como otro cualquiera de jugar a quedarse con el dinero del rival en la partida.

Francia nos ha cedido esta vez una de las siglas de que dispone, pero eso no quiere decir que en la reunión o reuniones que se produzcan, Francia siga apoyándonos. Ni mucho menos. Estamos acostumbrados históricamente a conceder a la fuerza, razones y territorios, incluso a la Francia de la grandeza, para que ahora, por librar a los españoles de una situación injusta vaya la napoleónica Francia a otorgarnos atención, de acuerdos favorables.

Esperemos, mientras nos vamos enterando para qué sirve este escenario político y apoyemos todos el hombro sobre el vagón anclado, para ver si con el esfuerzo nacional, conseguimos que España camine...

Es todo lo que en principio se nos ocurre proponer hasta ver si al fin conseguimos que los vecinos nos tomen en serio y acepten la conclusión de la parábola bíblica: «A Dios lo que es de Dios y a Francia lo que la corresponda, pero ni un euro más. Y es que verán ustedes, en España está empezando a morir gente que antes de la crisis no se moría...

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