Emergencias

LA JORNADA del pasado domingo fue especial. La nieve en la ciudad hizo cambiar muchos planes y obligó a improvisar, a veces demasiado. Una enfermera me llamó por la noche más que para quejarse, para desahogarse, porque no entendía la poca previsión municipal con la sal, que obligó a suspender líneas de autobuses (el 6 que ella cogía para subir al Hospital), no se encontraban taxis y así no tenía medio de ir a trabajar al turno de noche. Por si fuera poco intentó ir andando, pero sabía que la calle San Antonio estaba impracticable, como ocurría con todas las cuestas que aunque no son muchas en esta capital siempre dan problemas.

Mi comunicante lo intentó todo para llegar a su trabajo, sin conseguirlo. Incluso en Santo Domingo habló con el personal de una ambulancia del 112 que estaba allí recogiendo a una señora que se había caído y a la que iban a trasladar a Urgencias. Les dijo que era enfermera, que trabajaba en el Hospital y que no tenía medio de subir, preguntando si la podían llevar. No entendió su respuesta negativa aduciendo que ellos no se dedicaban al transporte, porque es cierto, pero las circunstancias eran excepcionales y exagerando las cosas ellos podían estar llevando pacientes a un hospital en el que faltara personal por no poder subir. Paradójico. Porque no fue ella la única persona que no pudo subir a trabajar esa noche al complejo hospitalario, teniendo que multiplicarse los compañeros, doblando además el turno. Ella los llamó, avisó de su angustia por encontrar un transporte, y lamentaba que los de la ambulancia fueran tan por el libro como para no hacer una excepción. Era una emergencia. El 112 no es un taxi, pero de emergencias debe saber o tendría que saber.