El pañuelo del adiós
ME PARECE, a pesar de mi escaso trato con él, que nunca ha estado más barato el dinero que ahora, cuando ha sido declarado prófugo en los Bancos y en las Cajas. En el Imperio alcanza su mínimo histórico y la Reserva Federal de Estados Unidos, la FED para los íntimos, acuerda una bajada de su precio a casi el 0 por ciento. Se trata de evitar la deflación, que es uno de los sinónimos de la palabra catástrofe. El presidente extinto, Bush, de infausta memoria, que por cierto ha esquivado muy bien de cintura los merecidos zapatazos, ha confesado, con no menor flexibilidad, que abandona los principios de la economía de mercado. ¿Empieza una época nueva? Digámosle adiós a ésta incluso los que no tenemos pañuelos.
¿Qué puede pensarse de una empresa donde el contable quiere huir con las pérdidas? Se entiende que el acreditado estafador señor Madoff quiera quitarse de en medio, pero es menos comprensible que tenga idéntica aspiración el vicepresidente segundo del Gobierno español, señor Solbes. Zapatero, que es un mandado de los acontecimientos, le exige que aguante, pero ignora su capacidad de aguante, aunque tenga una idea aproximada de lo que lleva soportando. ¿Hasta qué punto se le puede exigir a alguien que no se vaya de un puesto que aceptó ocupar? Todo el que quiere dimitir lo tiene claro: basta con no presentarse a su trabajo por la mañana, sin más explicaciones salvo la que dio la víspera. Quienes afirman que su dimisión no ha sido aceptada son unos farsantes. El señor Solbes, tan bien acogido en su arranque, se está convirtiendo en un personaje del TBO que busca la puerta de salida antes de que el edificio se derrumbe. Su actitud no favorece precisamente la moral colectiva. Hay que rogarle que cuando se vaya no olvide apagar la luz, que no estamos para gastos.