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Publicado por
León

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COMO si ante el amor incluso el tiempo inclinara la cabeza con respeto, en la historia de la humanidad ha habido algunos grandes amores intemporales que han alumbrado al mundo, muchos de los cuales aún estimulan nuestras admiraciones. Uno de ellos, intenso, inolvidable, es aquel que el poeta Francesco Petrarca sintió por una mujer, quizá Laure de Noves, a la que vio una vez en 1327 y no se sabe si en algunas pocas ocasiones más, pero la cual inspiró e intensificó su vida entera. Este poeta, todo un innovador de la pasión, aunó el idealismo de Platón y el ascético concepto de pureza del marianismo cristiano para llegar así a elaborar un amor excelso y constante, el cual queda inmortalizado en su influyente cancionero-¦ Ah, la poesía, esa forma operativa del sentir.

Pero Petrarca, puente entre la Edad Media y el Renacimiento, no propició sólo un modo nuevo de entender la poesía sino también y sobretodo una manera elevada y perseverante de concebir el amor como motor existencial (así nos lo demostró lúcidamente Octavio Paz en su imprescindible libro La doble llama: amor y erotismo).

Algo de moderno Petrarca hay en el poeta catalán Pere Ginferrer cuya reciente publicación del poemario titulado Tornado (Ed. Seix Barral) prosigue su cancionero postmoderno en verso en honor a «Madonna Cuca». Se trata de todo un himno literario que el autor inició en 2006 con su anterior poemario

(Ed. Seix Barral), y completó con Interludio azul, relato testimonial del reencuentro del poeta con su amor de juventud y actual compañera y musa Cuca de Cominges, a quien llama «La Cuca, el talismán de mi resurrección».

Tornado, del mismo modo que Petrarca combinó en su obra el paganismo y el cristianismo, es una obra que responde a la concepción postmoderna de la literatura como pastiche de influencias y preceptivas pues combina sonoridades líricas tradicionales con una imaginería vanguardista. Juntos el pasado y el futuro. El ying y el yang. Ah, la poesía que, como el amor, disloca la unidireccionalidad del tiempo. La poesía que, como el amor, es capaz de convertir nuestro oscuro pantano interior en un río.

Especial atención merece, más allá de la apuesta tradicional de la prosodia y la métrica, la sofisticación léxica del que este poemario hace gala, la cual no añade a los poemas, en mi opinión, tanta complejidad como intensidad. Todo un acto de valentía supone optar por ese lenguaje barroco, heredero del modernismo, el surrealismo y las vanguardias, engastado en un andamiaje métrico y prosódico tan tradicional que hoy parece un anacronismo -en este punto advertimos el virtuosismo técnico del autor-. Ah, la poesía, esa síntesis aproximativa de vida y esencias-¦ El amor que Ginferrer siente por Cuca es petrarquista, garcilasista, y por eso su poesía está escrita en perfecta conjunción con ese modo de sentir, pero lamentablemente vivimos una época en la que se nos obliga a estar tan aferrados al presente y la actualidad que hasta lo eterno parece anacrónico. Temáticamente la pasión de Ginferrer sólo se aleja del petrarquismo en su carnalidad pues la presencia del erotismo es constante en estos poemas. Con todo este poemario supone una invitación a vivir el amor de forma torrencial como la locura más maravillosa que pueda albergar cualquier persona. Asimismo tanto la forma como el fondo de este libro promueven una superación de la actual dictadura del aquí y el ahora (si los seres humanos no podemos ser eternos, al menos seamos anacrónicos parece decirnos Ginferrer en cada poema).

Personalmente siento un profundo respeto por las personas que son capaces de abandonarse al amor sin la más mínima mesura. Ah, la poesía, esa exposición trascendente. La poesía que, como el amor, es capaz de convertir nuestro oscuro pantano interior en un río-¦ Hay algo envidiable e incomprensible en este libro de poesía de Pere Ginferrer que sólo se encuentra en los grandes amores.

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