La crisis acabará con bastantes líderes
UNA crisis tan profunda como la que estamos viviendo traerá, entre otras consecuencias, la caída de líderes asentados en el mundo político, económico, sindical y social. Que se lo digan a José María Fidalgo, líder de Comisiones Obreras desbancado esta semana de la secretaría general, aunque por pocos votos. Con la cómoda situación económica del año pasado, seguramente seguiría en el puesto. O miren los presidentes de constructoras que han pasado en solo semanas del avión privado a los juzgados, o al menos a la lista de sonoros fracasos empresariales que ya se ha cobrado la recesión.
A otros no los echan pero quieren retirarse también por la crisis. El caso más llamativo es el de Pedro Solbes, vicepresidente económico del Gobierno, al que Zapatero le ha cerrado la puerta para que no escape en plena tormenta. «No sé si ya era mejor que se fuera -sostiene un importante empresario asturiano afincado en Madrid- porque no da pie con bola últimamente y no toma decisiones, lo que prueba que el Gobierno no sabe qué hacer». Ni el Gobierno español, ni el resto de europeos, ni el americano, por cierto. Entre los que se van, los que quieren irse, los que echan y los que caerán, parece claro ya que la lista de los principales líderes del país será remodelada profundamente en un par de años. Hay imperios que tiemblan y mayorías absolutas que parecen menos sólidas.
En el mundo económico y financiero por descontado, pero en el político también. Observen una autonomía tan aparentemente controlada como la valenciana donde el PP lo gobierna todo y le saca al PSOE casi veinte puntos en las elecciones. Esta semana el presidente Francisco Camps ha tenido que ceder para evitar una huelga general de enseñantes, que llegaba después de una multitudinaria manifestación en Valencia, retirando su ocurrencia de que la asignatura de Educación por la Ciudadanía se impartiera en inglés en aquella comunidad.
¡Vaya semanita la de Camps!. Tiene que retirar su propuesta, después de haber dicho que la criticaban cuatro gatos, y pierde, también por pocos votos, el congreso del PP en Alicante donde las tropas zaplanistas resisten, mientras a su jefe natural lo ascienden en Telefónica. «Lo que está pasando muestra la crisis del modelo de poder de la derecha valenciana», sostiene el secretario de los socialistas Jorge Alarte, recién elegido, también por los pelos. Para Alarte, «Camps se asienta en Castellón en el poder de Carlos Fabra, imputado en cuatro causas en los tribunales; en Alicante no recupera el poder que aún retiene Zaplana y solo en Valencia está fuerte gracias a la alcaldesa Rita Barberá». La verdad es que visto desde fuera parece otra cosa, hasta el punto de que el nombre de Camps suena con el de Ruiz Gallardón cada vez que se habla de la sucesión de Rajoy, que es día sí, día no.
De momento Rajoy está ahí y quienes lo dieron por liquidado después de las elecciones aún lo lamentan. Está punto de nombrar al ex ministro de Interior Jaime Mayor Oreja como cabeza de lista para las europeas. «No lo hará porque eso no lo puede hacer por imagen», comentaba hace solo doce días un estrecho colaborador suyo.
Pero fíjense en las ventajas, si elige a Mayor: pone una barrera al crecimiento del partido de Rosa Diez, que previsiblemente subirá a costa del PP en esos comicios, y se ahorra la ofensiva que le están preparando dentro de su partido con toda la caballería mediática lista. Si sube el PP, que subirá y seguramente ganará al PSOE, será un éxito suyo. Y si sube poco será por haber cedido el cartel a Mayor Oreja por lo que los críticos deberán callarse.
Rajoy será candidato contra Zapatero en el 2012, y con posibilidades, por más que estos días, las propias noticias económicas y la conspiración interna haya resucitado el fantasma de Rodrigo Rato. Si supera las europeas, solo le quedará una prueba seria: las municipales y autonómicas del 2011, además de congreso de trámite para proclamarlo candidato.
Cierto es que la crisis se llevará líderes por delante, no lo duden, pero a algunos veteranos como Rajoy muy probablemente no. Rajoy tiene más resistencia, a decir de Carlos Herrera, que «una sábana bajera».