Reino de León, 1.100 aniversario
HACE ALGÚN tiempo escribí en este mismo medio que uno de los mayores problemas que ha tenido la identidad leonesa vinculada al viejo Reino ha sido el propio nombre, pues frente a otros territorios como Cataluña, Aragón, Vascongadas, etc., el centralismo leonés, es decir de la provincia leonesa e incluso de la propia ciudad de León, fue una de las causas del proceso de separación y de pérdida de unidad identitaria por parte de los territorios del sur, toda vez que los reformadores del siglo XIX se afanaron por romper los viejos lazos al fijar definitivamente las provincias de Zamora y Salamanca y desde el nuevo poder caciquil municipal ir borrando todo aquello que de alguna forma había identificado a las gentes de la mayor parte de los territorios adscritos al Reino de León. Conviene recordar que a las Cortes de Cádiz en 1810 acudieron diputados en representación del Reino de León. No obstante, lo que no pudieron eliminar los liberales a lo largo del siglo XIX fueron los elementos más importantes de la cultura y las señas de identidad de un pueblo unido durante tantos siglos, pues ni ellos, ni los futuros dirigentes del sistema, en modo alguno podían modificar por decreto la sangre y los genes que los montañeses y bercianos habían sembrado, junto con su cultura, en el proceso repoblador y ni mucho menos modificar el propio espacio que de alguna forma da unidad a la región leonesa.
Pero, en línea con este proceso, perfectamente analizado hace muchos años por el insigne leonés F.Flórez de Quiñones y al que nuestras investigaciones históricas han dedicado más de veinte años, el mayor problema que a nuestro entender se plantea en la actualidad, tanto a la clase dirigente como al pueblo, es pensar que el Reino de León tuvo su final allá por la Edad Media con la desaparición de los reyes leoneses y con su integración en la Corona de Castilla. Esta idea, de alguna forma difundida a lo largo de los dos últimos siglos por los dominantes del sistema, e incluso por algunos historiadores «pesebreros», no sólo no es cierta y totalmente contraria a la realidad histórica, sino que es el instrumento utilizado para engañar al pueblo y hacer que vaya perdiendo, como así ha sido, su identidad y sus derechos históricos. Así, a diferencia del País Vasco, hoy nadie conoce las instituciones leonesas que estuvieron vigentes, y algunas de ellas continúan en las tres provincias, hasta el siglo XIX, como la Juntas Generales de Tierra, los Concejos Mayores, aún presentes en la tierra hermana asturiana, las Hermandades; el Real Adelantamiento de León, o el sistema concejil que junto al régimen comunal cautivó a Costa y a los regeneracionistas del siglo XIX y que de alguna forma se mantiene en la región leonesa.
Históricamente el Reino de León estuvo y está aún presente, de la misma forma que lo estuvo hasta el siglo XIX cuando un berciano de Toreno, un sanabrés o un alisteño, se identificaban ante el poder como vasallos del Reino de León en un contexto en el que los reyes no se intitulaban como reyes de España, sino de Castilla, de León, de Granada, etc. En este contexto, se trata de recuperar la memoria histórica y hacer partícipes a los zamoranos y salmantinos a fin de que independientemente de sus identidades provinciales impuestas desde arriba no renuncien a sus señas de identidad histórica. La conmemoración de este evento es una buena oportunidad.
En efecto, dicha conmemoración, que de alguna forma deben de tutelar las instituciones, incluida la Corona en tanto que en el propio escudo nacional el león rampante de púrpura ocupa uno de los cuarteles principales, ha de implicar y repercutir tanto en las instituciones de la provincia leonesa y en el propio pueblo, como en las zamoranas y salmantinas. Pero, para ello hay que separar el evento de postulados ideológicos y de protagonismos personales y plantear un proyecto conmemorativo que sirva a dos fines fundamentales: recuperar la memoria histórica y las señas de identidad y hacer que el pueblo las conozca y se identifique con ellas a fin de que unidos podamos proyectar un futuro mejor que garantice la permanencia en el tiempo de la identidad leonesa y del pueblo leonés. En esta tesitura y en total desacuerdo con las manifestaciones de algún dirigente político, en modo alguno se trata de implicar en los fastos a los hermanos castellanos, sino de huir de todo centralismo acaparador por parte de la ciudad de León de un evento que pertenece a zamoranos, salmantinos y leoneses, incluidos los bercianos en tanto en cuanto en parte son los padres de la criatura.
En esta línea y desde la consideración del importante papel que han de tener las universidades leonesas, (Salamanca-León) en tal conmemoración, hace algún tiempo que envié a la presidenta de la Diputación de León y a su Diputado de cultura un posible borrador de proyecto desarrollado, con costes incluidos. Hasta el momento he recibido la callada por respuesta. Pero, esto no importa si las cosas se hacen bien, independientemente de quien las haga, pues de lo contrario todo se quedará en cantos de sirena. Las conmemoraciones, incluidos los gastos que acarrean, si no tienen unos objetivos prefijados que de alguna forma ayuden a recuperar la identidad, los derechos históricos, la conciencia social y de alguna forma a enseñar a la sociedad leonesa, salmantina y zamorana, de donde venimos, quienes somos y porqué somos lo que somos, ni tienen sentido, ni sirven para nada, más allá de conmemorar por conmemorar.