Diario de León
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AUNQUE se sabía de antemano el resultado de la votación no dejó de sorprender la ausencia de Mariano Rajoy. El Gobierno tenía garantizados los Presupuestos pero la ausencia del líder de la Oposición en el momento de la votación dio pie a toda clase de comentarios. Los primeros sorprendidos fueron los diputados populares que no acertaban a entender semejante ausencia. «Vete a saber, Mariano tiene su propia agenda pero lo que sí es seguro es que ni está tomando copas ni jugando al paddle».

Quien así habló tenía razón: ni copas ni paddel. Rajoy se reunía en esos mismos momentos con Jaime Mayor Oreja, quien desde hace tiempo tiene claro que «no hay más candidatos posibles, que somos Alberto y yo y Alberto me ha confesado que su única candidatura es la de los Juegos, pero no sé. Todavía no sé nada pero creo que en esta semana tendrá que quedar todo desvelado». Este comentario de Mayor Oreja realizado en círculos más bien privados ha tomado cuerpo y días después Rajoy y él mismo se reunían mano a mano para tomar una decisión final. Rajoy se caracteriza, como otros muchos políticos, por sacar a pasear una cierta imagen de enigmático. De hecho hace más de un mes que el propio Rajoy confesaba tener en la cabeza al candidato a las europeas y la certeza de que iba a aceptar. El puzzle, pues, estaba completo.

Si como parece el candidato es Mayor Oreja será una decisión con un cierto recorrido político, al menos a efectos internos del PP. Su eventual aceptación de la candidatura significará que el PP no ha abandonado sus principios, ni ha modificado sus señas de identidad y habrá quienes se pregunten cómo es posible que quepa Jaime Mayor y, por ejemplo, María San Gil no pueda identificarse con aquello que se identifica su buen amigo y cómplice Mayor Oreja.

El año lo comenzara el PP celebrando lo que han llamado «Foro Abierto» en el que estarán los cabezas de listas de las elecciones vascas, gallegas y europeas. Hasta los más críticos, que los hay, reconocen que no obtener unos resultados «excelsos» en las dos primeras en ningún caso sería motivo bastante para cuestionar el liderazgo de Rajoy, pero sí las europeas en las que el PP quiere echar la casa por la ventana para ganar con nitidez al PSOE. Un buen resultado en estos comicios, pese a que puedan aparecer como unas elecciones «sin especial coste político para el Gobierno» permitiría al líder del PP corroborar ante los suyos que, efectivamente, sabe lo que está haciendo. Para el Gobierno no pueden ser tan importantes, pero para el PP, y en concreto para su líder, pueden resultar determinantes. El mismo confiesa saber que «hay algunos que me están esperando» y se trata de darles esquinazo. Desde que finalizó el Congreso de Valencia, los movimientos en el PP no han cesado. Los discursos de Aznar han sido siempre interpretados como una enmienda a la totalidad de la actual estrategia de la dirección nacional de su partido y dentro del grupo parlamentario no faltan quienes se lamentan de que «así no podemos seguir. Deberíamos estar cinco puntos por encima del PSOE y nos parece estupendo estar empatados». El problema es que los llamados críticos no se sabe bien dónde empiezan y dónde terminan,

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