¿Democracia? sí, pero con mano dura
LOS QUE NACIMOS a poco de terminar la Guerra Civil española, llegamos a 1975 con más de 30 años cumplidos. Sólo habíamos conocido un régimen autoritario y dictatorial que dirigía el tirano que había ganado la fraticida contienda. Apoyado por un rígido sistema militar y por la Iglesia, que hasta le permitía ir bajo palio en ceremonias religiosas, como si fuese un «santo varón», (como diría el recordado Luis Sánchez Polak «Tip»), no le importó que todas las naciones le excluyesen de sus relaciones diplomáticas y comerciales. España quedó arruinada y mermado su censo en un millón, que fueron los muertos habidos en el conflicto. Justamente los que estaban en edad de trabajar, por lo que las décadas 40 y 50, sobre todo, fueron muy difíciles para los españoles, que además de vivir con miseria y alimentos racionados, teníamos que aceptar una fuerte censura, acatar las leyes del «Glorioso Movimiento Nacional» y, si queríamos conseguir una vivienda, tenía que tener a la parienta siempre embarazada. Cuando lograses tener 15 hijos a lo mejor te la regalaba el Estado, que buscaba sangre joven en el censo.
Nuestros hijos no conocieron esta España y, cuando se la narramos, les parece una simple anécdota que prefieren no haber vivido. Lo malo del asunto, es que todavía quedan heridas del pasado, aunque hayan pasado más de 70 años del conflicto más vergonzoso que ha tenido nuestra nación. Que nos engañasen los Fenicios, bueno. Al menos nos enseñaron su cultural. Pero que nos matemos los españoles unos a otros, es una situación muy penosa y difícil de digerir. Creo que deberíamos de pasar página y procurar que no vuelva a ocurrir en el futuro.
Celebramos recientemente el aniversario de los 30 años de nuestra Constitución. Deberíamos tener una Democracia estable, que fuera reconocida como buena por todos los españoles. pero nos ha quedado la secuela de los 40 años de Dictadura. Todavía hay muchos ciudadanos que no se acostumbran a la libertad de la persona, pensando que más que libertad es «libertinaje». No les falta razón en algunos extremos, pues algunos confunden la libertad de expresión con creer que se puede insultar con palabras soeces a todo el mundo, ya sea la Corona, la Constitución, el presidente del Gobierno o Perico «el de los Palotes».
Hay leyes que se tienen que cambiar y, seguro que lo harán, pues no es de recibo que un terrorista criminal, un mafioso traficante de drogas, un político corrupto y ladrón de millones, un violador asesino y reincidente, etcétera, cuando son detenidos y condenados a cientos de años de cárcel, les veamos algún tiempo después en la calle, pues fueron muy «buenos» en la «trena» y les rebajaron la condena de 140 años a menos de 10. Claro, que, al poco tiempo vuelven a la cárcel porque han vuelto a violar, asesinar y delinquir con más fuerza que antes.
Mientras la Justicia sea tan bondadosa con los delincuentes y tan lenta en sus procesos judiciales, vamos por mal camino. Ya que la pena de muerte es una condena rigurosa e inhumana, debe de existir, para los casos de conductas irreversibles, la pena de cadena perpétua. No se puede consentir que toda esa gentuza reincidente en abominables delitos ande suelta por la calle. En muchos delitos, más que probados, son considerados eternos «presuntos».
Democracia: Sí, pero mano dura para los que quieran enriquecerse corruptamente aprovechando que están en el poder y hacer cumplir hasta el final las condenas de todos los que delinquen. Habría menos presos en las cárceles, ya que los delincuentes las temerían más. Ahora son para ellos, unos hoteles de paso donde disfrutan reposando unas vacaciones, para volver, más tarde, a delinquir, que es lo que más les gusta. A ver si predicando como el señor de Navatejera, conseguimos cambiar entre todos lo malo de la sociedad en bueno, aunque supusiese la ruina de traficantes, proxenetas, alcaldes «chorizos», intrusos de profesiones que no son la suya y otras gentes de mal vivir.