La crisis y la vida
EL MISMO día en el que el nuevo líder de CC.OO, Fernández Toxo, anuncia que puede haber sacar a la calle a los trabajadores y que no es necesario reformar el mercado laboral, el gobernador del banco de España, Fernández Ordóñez, resume la situación perfectamente: «la desconfianza es total: los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan». La faltó decir «y las Administraciones no pagan o pagan tarde a sus proveedores y casi los empujan a la ruina». En ese panorama real, y cuando sería justo hacer un reconocimiento público a José María Fidalgo por su impagable labor, junto con Cuevas y Cándido Méndez, de acuerdos sociales en estos años, el gobernador del Banco de España pone sobre la mesa los dos grandes problemas de la España de hoy: «la educación y el mercado de trabajo», ese que se niega a reformar el nuevo líder de Comisiones Obreras, un grano en el culo para Corbacho.
Si esos son los problemas, lo que sorprende es que en lugar de ponerse a solucionarlo, en lugar de reunir a empresarios y sindicatos para alcanzar acuerdos, en lugar de buscar que el dinero público llegue a los consumidores y empresarios, en lugar de pactar acuerdos de financiación con Cataluña a espaldas del resto de las comunidades autónomas sin luz ni taquígrafos, lo que parece el «proyecto estrella» del Gobierno es una nueva Ley de Aborto.
El PSOE y el Gobierno han decidido sacar del debate parlamentario, donde no hay consenso como no lo hay en la sociedad, el debate sobre la reforma de la actual ley, posiblemente porque ya ha cumplido el objetivo prefijado de marketing: ya se ha escenificado el diálogo en una subcomisión y, por tanto, el Gobierno ya puede enviar al Parlamento el proyecto que tenía preparado desde hace tiempo y que va a permitir el aborto libre sin necesidad de alegar razones físicas, psíquicas o mediopensionistas. La norma actual, burlada por las prósperas clínicas privadas que se lucran de ese inmenso negocio, ha permitido más de cien mil abortos anuales. Este fracaso social sigue siendo insuficiente para algunos. Ni la protección que la Constitución otorga al no nacido, ni conceptos morales, ni la dudosa constitucionalidad del nuevo proyecto del Gobierno. Nada parece frenarles. Ni siquiera datos como el que médicos españoles del Hospital del Valle de Hebrón hayan conseguido operar y curar a un feto de 22 semanas que padecía espina bífida. Diez semanas después, Elisabetta ya vive. Pero eso ha sido en Italia. Cientos de miles de niños no han tenido esa suerte en los últimos años en España, y la mayoría eran sanos. Si se aprueba el nuevo proyecto de ley, morirán muchos más. En lugar de apostar por la cultura de la vida y promover valores basados en el reconocimiento de la dignidad humana, está ganando la batalla la cultura de la muerte