Diario de León
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EL OTOÑO político recién concluido ha resultado especialmente intenso en Castilla y León por mor de dos procesos que han discurrido paralelamente: la apuesta para agrupar las Cajas de Ahorro y la celebración de los congresos autonómicos y provinciales de los dos principales partidos.

Mientras lo de las Cajas sigue al rojo vivo, y lo que te rondaré, PP y PSOE han cerrado con desigual resultado sus respectivos procesos congresuales en la comunidad autónoma. Como era de esperar, la renovación ha sido el signo dominante entre los socialistas, que han cambiado sus responsables en siete de las nueve provincias (Burgos y Soria han sido las excepciones). Es el reflejo del nuevo ciclo abierto por los socialistas de Castilla y León con la llegada de Óscar López para hacerse cargo de las riendas abandonadas por Ángel Villalba.

Por el contrario, la continuidad de Juan Vicente Herrera al frente del PP se ha traducido en un alto grado de continuismo en las organizaciones provinciales del partido. Sólo tres de ellas (Valladolid, Salamanca y Soria) han cambiado de presidentes, aunque verdadera renovación sólo se ha producido en la última de las provincias, la única en la que han llegado hasta al final dos candidaturas opuestas.

Lo paradójico del caso es que ese continuismo del PP no ha estado exento de conflictividad, incluso crispación, en no pocas provincias. Aparte de Soria, donde el partido ha quedado fracturado en dos bloques, el debate congresual ha dejado heridas difíciles de restañar en Segovia y Palencia, y fisuras en Valladolid y Burgos. Y salvo en Ávila, que sigue siendo un bloque monolítico, en el resto de las provincias el cierre de filas ha sido más ocasional y táctico que reflejo de una verdadera armonía interna. (En León, verbigracia, la artificial unanimidad en torno a Isabel Carrasco saltaría por los aires en cuanto el PP perdiera la presidencia de la Diputación, institución convertida en el gran objetivo electoral del PSOE en la cita electoral del 2011).

La decisión de Juan Vicente Herrera de mantener a la dirección autonómica al margen de los congresos provinciales se ha saldado con un doble efecto negativo para el partido que gobierna en la comunidad. De una parte, dicha inhibición ha propiciado las querellas internas, de forma que en más de la mitad de las provincias el PP ha salido de los congresos más dividido de lo que estaba antes de ellos. El otro efecto, aun más contraproducente, es el reforzamiento de las taifas provinciales en detrimento del poder autonómico. Clara muestra de esto último lo constituyen las resistencias, más o menos soterradas, en los ámbitos provinciales del PP a aceptar el proceso de «integración» de las Cajas.

Si le sirve de consuelo a Herrera, ese rearme de las provincias frente a la estructura autonómica no es exclusiva del PP. Así lo han demostrado los posicionamientos de los socialistas de León y de Salamanca cuestionando sin ambages el pacto sobre las Cajas tan entusiastamente suscrito y defendido por Óscar López. En este punto ni López ni Herrera pueden llamarse a engaño, ya que ambos se embarcaron en ese proceso sin tomarse la molestia de consultar ni informar a sus respectivas organizaciones provinciales.

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