Diario de León
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, obra de referencia sobre iniciativa empresarial, se nos advierte que un alto número de personas a quienes les toca la lotería se estrellan luego con su jaguar. La tesis de la obra no es «quien no se consuela es porque no quiere», sino que el éxito duradero te lo construyes tú, nunca el azar. A mí este año tampoco me tocó la lotería del bombo, porque en la otra, la del vivir cotidiano, lo admito, no hay día sin pedrea, pues siempre cae algo, aunque a veces no lo perciba a la primera. A lo largo de la mañana de ayer, mi pensamiento estuvo tanto con los afortunados, cuya alegría aún seguirá bailando la conga de Jalisco, como con todos aquellos que se habían aferrado al espejismo de un golpe de timón salvador ante una hipoteca, un crédito que termina o unos impuestos impagables. Con la crisis hemos vuelto al blanco y negro, que es el distintivo de las vitalistas películas de Capra pero también el de la mirada del doctor Caligari y demás monstruos de ese ayer que creíamos definitivamente desterrado por el technicolor del bienestar. Son éstas unas Navidades marcadas por la incertidumbre económica. Ante la pregunta de quién teme al lobo feroz contestamos al unísono: «yo sí ¿usted no?». Sin embargo, una vez reconocido ese temor más que fundado, pues la crisis ya se ha desayunado a Caperucita, merendado a los tres cerditos y aún sigue con hambre, debemos evitar el catastrofismo paralizante, que únicamente beneficia a los salva patrias; además, cierta clase de pésame se lo puede dar uno solo. Esperanza responsable, esfuerzo solidario. Caerán tormentas, pero escampará. Afortunadamente, la vida tiene otras loterías, aún más misteriosas en sus resultados. Frente a la pedrada de la crisis, la pedrea de la vida. Felices fiestas.

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