El carro
POR ESTAS FECHAS recobran un fragmento de esperanza incluso los que no la han tenido nunca. Sigue habiendo predios de musgo y verdín, bocajes de pino liliput y ríos inmóviles de papel de plata. La fecha del nacimiento de Jesús de Nazaret no la sabe con exactitud ni Dios. Las hojas de aquellos calendarios se las ha llevado el viento, pero todos sabemos que fue el acontecimiento mayor de la Historia, el más influyente y consolador. Cuando se llevan muchos años conmemorándolo, la verdad es que pesa un poco, más que nada porque cada Navidad nos recuerda a otras Navidades. El suceso intemporal nos remite a nuestro tiempo y este año el Rey, no Cristo Rey, nos ha recomendado que todos debemos tirar del carro. ¿Dónde está nuestro carro? Nos lo han robado los discípulos de Maddof cuando estábamos en la romería del despilfarro.
Los españoles nos hemos felicitado más que nunca, pero no porque hay más motivos, sino porque hay más móviles. Estamos llenos de buenos deseos y de mala leche. Se ve mucha gente por la calle, pero a nadie comprando nada. ¿Cómo hacer compatible la obligación de divertirse con la prohibición de no gastarse dinero? Eso sólo lo han conseguido algunos anacoretas, especialmente los más austeros, que posponían su bienestar para después de la muerte y que no llegaron a conocer los mantecados de Antequera, que con los mejores del mundo conocido. Curiosamente, lo único que ha aumentado este años ha sido el número de automovilistas que dan positivo en los controles de Tráfico. No acaban de enterarse de que no hay que beber para olvidar, sino olvidar primero y beber después, cuando hayan encerrado el coche en el garaje. El coche o el carro. Que los que tiramos de él somos siempre los mismos.