Diario de León
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León

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EN BARCELONA, dos autobuses lo proclamarán con sendos anuncios externos: «Dios probablemente no existe. Ahora deja de preocuparte y disfruta de la vida». Es idéntica campaña a la realizada recientemente en Londres; al parecer, con tanto éxito que una vez pagada la misma, por suscripción popular, aún les quedó una partida para pecados inconfesables, como no podía ser menos. Le agradezco a los ateos que se interesen tanto por la salvación de nuestra felicidad, pero, por mi parte, cuando tenga goteras llamaré a un fontanero de confianza. Aun así, no creo que los católicos catalanes deban salir corriendo a buscar un inquisidor de guardia, pero mira que les gusta la nada a los nihilistas; admito que puede ser un estado póstumo relajante, pero en la otra vida uno anhela estar allí donde Groucho proclama cada mañana: «¡Más madera esto es la guerra!». ¿Es mucho creer? Dar paseos eternos con mi señora, saludando a unos y a otros: «Oye ¿esos de ahí no son Tolkien y Chesterton?», ir a visitar a los antepasados, en fin, lo normal. Lo asombroso sería lo contrario, morirte y no tener a quien preguntarle la hora, o quién ha ganado Eurovisión. Por cierto, ese «probablemente» del anuncio, traducción literal del «probably», denota un respetuoso ateísmo de bombín y monóculo, que casi resulta ingenuo si se le compara con la soez costumbre española de blasfemia y pandereta; aquí, no suelen andarse con adverbios. Además, todos somos ateos en algo. Por ejemplo, ya puede el Barça ganar este año la Liga, incluso el concurso de Miss Universo, que muchos seguiremos negando los resultados, y sin conversiones. De momento, sería un prodigio que los autobuses nietzschianos pasen a su hora por las marquesinas. Tal logro, hasta los nihilistas lo considerarían un milagro laico.

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