Diario de León
Publicado por
Manuel Alcántara
León

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EN LO que va quedando de Gaza todo es ruido y furia, pero el resto del mundo sigue en silencio. Apenas el bisbiseo de unas palabras de reprobación o el rosmar de unos rezos. Es difícil elegir entre dos males, cuando se sospecha que ambos son el peor. Las principales potencias del mundo prefieren contemplar muertos y contarlos, en los ratos libres. ¿Cómo ayudar a Hamás?, ¿cómo apoyar a Israel? Lo del Líbano fue un ensayo general con casi todo. Así que las Naciones Unidas aguardan un desenlace que no admite elucubraciones. Las tropas de élite israelitas han partido la Franja en dos, pero del lado palestino no hay víctimas de élite.

Una de las peculiaridades de las guerras modernas es que mueren más civiles que militares, lo que prueba sin duda nuestro grado de civilización. ¿Qué quedará de ese fragmento de planeta, castigado por la Geografía, por la Historia y, sobre todo por sus habitantes? El doctor Thebussem, mejor dicho el escritor que ocultaba su nombre bajo ese pseudónimo, dijo que la colección más difícil que puede emprender cualquier paciente maniático, es la de mendrugos de ciudades sitiadas. No queda ninguno. El cero sólo permite que viva el hambre, que también tiene los días contados. El asedio va a seguir mientras en los despachos se discute si se trata de una «respuesta desproporcionada» o de un justo castigo a los tercos lanzamientos de proyectiles de los fanáticos de Hamas. Salvar al sargento Shalit puede acarrear la muerte de miles de personas y los difuntos tienen todos la misma nacionalidad: eran seres humanos que pasaron una temporada en este planeta belicoso, dividido en parcelas muy desiguales. Un lugar lleno de dioses, de banderas y de armas.

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