Un pañuelo vacío
EL PAÑUELO palestino está de moda (o estaba, son tan efímeras l
as modas). Se lo atan al cuello jóvenes, niñas y niños, gente pija y gente corriente, artistas y famosos,
y retros. El palestino o palestina cuelga de los puestos ambulantes y de las tiendas chinas, se vende en el Corte Inglés y en el comercio de barrio. Desde que el diseñador de Balenciaga, Nicolas Ghesquiére lo subió a la pasarela, la prenda se ha popularizado tanto como vaciado de su contenido simbólico original.
El legendario líder palestino Yasir Arafat «introdujo» en Occidente la prenda como un signo de identidad del pueblo palestino oprimido, en los encuentros de 1979 en Camp David con Jimmy Carter y en España con Adolfo Suárez. Muchos jóvenes lo adoptaron como signo de solidaridad con Palestina. Pero nunca Palestina ha pasado tan desapercibida para la población y para los Gobiernos como ahora, cuando Israel se ensaña en la franja de Gaza en una masacre que ha provocado incluso la suspensión de actividades de la misión de la ONU para Palestina.
En Gaza no han quedado periodistas de Europa para informar de lo que sucede. Nos llegan las crónicas desde Jerusalén, desde Ginebra, Madrid, Caracas, las redacciones de internacional... Apenas algunos testimonios de cooperantes internacionales y Naciones Unidas completan la información oficial de partes de guerra que convierte en objetivos de Hamas los ataques contra la población civil, escuelas con banderas azules y equipos médicos perfectamente identificados con la Media Luna Roja: los ataques suman el mayor número de víctimas en 40 años de ocupación israelí, denuncia Amnistía Internacional.
Las crónicas hablan de
acciones diplomáticas para parar el genocidio y nuestros gobernantes
con Olmert. Pero, ¿se hace algo? ¿tienen otra carta que no sean las buenas palabras? Mucho me temo que no. No, mientras la ciudadanía no presione en la calle y en la escena pública. Y está difícil, porque en Gaza no hay tropas españolas que traer a casa.