Agua que no has de avalar; págala, págala...

DICHO SEA con todos los respetos que el Ayuntamiento me merecen, digo que cada vez que de la Casa de la Poridad sale un edicto o se sugiere un acuerdo, me tiemblan las carnes y se me produce en el ámbito de la cartera una convulsión que me tiene a dos pasos del Hospital de León y sus beneméritas funcionarias.

Y esta vez, el palabro fue de los que encienden el pelo. Nada menos que el cónclave de sabios que forman y deforman el Consistorio, en sesión plenaria y sin que a ninguno de sus ilustres miembros le temblara el flequillo, vino a decir y dijo: que por compartir la gestión de las Aguas de beber, León ingresará, -si no se la beben los pajaritos del río (que beben y beben y no acaban de beber / los pececitos en el río, lo mismo que anteayer) me disponía a decir que si se producían determinadas circunstancias, la empobrecida pero dignísima Capital, el Viejo Reino ingresará más de 20 millones. Dicho que fue lo anteriormente mencionado, al contribuyente le vinieron vómitos poderosos, previendo que por el humo se sabe donde está el fuego y por las indicaciones a modo de información, vienen los acuerdos fiscales y las tasas.

Para que el ocurrente contribuyente no caiga en el foso de la confusión se adelanta, no se indica por quién, la afirmación de que pese a cualquier reticencia o insinuación malévola, no se subieran las tasas.

Eso se lo dirá el Consistorio a todos los contribuyentes pero es raro, rarísimo, el ingenuo vecino que les crea, así dijeran todos y cada uno, misa cantada y bailada.

Si se llega al juego de la externalización del agua, que debe ser una operación de mucho empaque técnico, habrá aumento de precio cada buche de agua, así lo dijeran en un español al alcance de todos los entendimientos.

El Ayuntamiento, o séase los que más mandan en el Ayuntamiento, (que nunca son los que parecen) está de deudas que las alcanza con la mano y necesita dineros, lo mismo que el que suscribe y que usted y usted y el de más allá...

Lo que sucede es que ninguno de nosotros tenemos a mano un chorro de agua para vendérselo al sediento y se tiene que conformar con el espectáculo de la externalización del chorro, que es una forma, como otra cualquiera, de metérsela al inversor, al contribuyente y al emigrante de Tanzania, sin concederle el derecho a protestar o al menos a quejarse.

Si usted quiere agua externalizada tendrá que someterse a cubrir la cuota de equis euros que el concejo determine, y si no se presta a hacerlo por las buenas, se le envía al tramposo a la Hacienda Pública y a ver quién es el guapo que le dice que no.

Agua que no has de pagar, déjala, déjala. Se dice muy bien, pero se hace tan cruel y tan difícil llevar a cabo el acto de protesta que lo menos caro será pagar, pagar y callar.

Y cuando el agua se convierta en nieve o en hielo, se requiere urgentemente el apoyo del ejército de tierra, mar y aire que le sabrán servir. En tanto y en cuanto el problema de la subida de tarifas húmedas se produce, cantemos al amor de los amores y dispongamos a traducir el término externacionazar que es por donde nos va a dar por el trasero el ilustre y sabio Ayuntamiento que en paz esté, cuando esté...