Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS | CARLOS FIDALGO

Como la hiedra

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León

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AL MONASTERIO de San Pedro de Montes lo estaba arruinando aquello que lo hacía más atractivo. La hiedra que le daba la apariencia de una ruina romántica setenciaba sus paredes a finales del siglo pasado, arañando poco a poco la fortaleza de las piedras que se sostenían en pie, hasta que se decidió desnudar sus muros como primer paso de una intervención de urgencia que permitió consolidar el monumento, desescombrar sus estancias y a sacar a la luz los restos de un ábside, de una rampa y una escalinata.

El monasterio dejó de parecer el escenario de una novela gótica, perdió atractivo, pero ganó tiempo. Ha pasado una década desde que el arquitecto Eloy Algorri elaboró un Plan Director para guiar la restauración del monumento, -"cuyos orígenes se remontan al siglo VII y que ardió en su mayor parte con la desamortización de los bienes de la iglesia en 1848-" y el tiempo vuelve correr en contra de las ruinas. Retirada la hiedra y el escombro, incluso una vieja granada de la Guerra Civil que los obreros encontraron entre las piedras de un muro y que los artificieros de la Guardia Civil hicieron estallar por precaución hará un lustro, vuelven a oírse voces que reclaman la restauración completa del antiguo cenobio.

El párroco de San Pedro de Montes, que no es otro que el rector de la Basílica de la Encina, ha mantenido durante todos estos años que el monasterio debería acoger una hospedería y un lugar de meditación. Y aprovechando que la Junta de Castilla y León acaba de abrir el plazo para licitar la restauración de la cubierta y de la fachada de la iglesia, el edificio mejor conservado de todo el complejo, también el alcalde de Ponferrada ha ofrecido a la administración autonómica y al Obispado de Astorga la colaboración del Ayuntamiento para emprender un proyecto completo de rehabilitación a medio plazo que acabe dándole un uso al monumento.

Si no se usa, la restauración se echa a perder, vino a decir Carlos López Riesco. Y el paralelismo con el castillo de los Templarios, que a finales del siglo pasado era una ruina cerrada a las visitas para evitar que alguna piedra se desprendiera sobre la cabeza de algún turista y hoy está a punto de convertir en un edificio institucional, o incluso con el de Cornatel, donde también se proyecta un museo después de su rehabilitación, es evidente.

La institución en defensa del patrimonio Hispania Nostra incluyó en el 2007 al monasterio de Montes en su lista roja de monumentos amenazados por la ruina, aún sin hiedra y sin escombros, y a pesar las primeras obras de consolidación ejecutadas a lo largo del año 2003. Que el inmueble tenga un uso facilita su conservación -"otra evidencia-" y quizá va siendo hora de que las administraciones y el titular de la propiedad afronten una restauración completa. Pero el debate que se plantea, en cualquier caso, es si se puede salvar un monumento sin quitarle el encanto que tenían sus ruinas.

Yo no tengo la respuesta. Aunque cada vez veo más claro que detrás del esplendor de algunos lugares siempre se esconderá la sombra de su decadencia. Es el abrazo de la hiedra.

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