EN EL FILO | FERNANDO JÁUREGUI
El PP, hacia el abismo... ¿o no?
SI MARIANO RAJOY pusiese un circo, le crecerían los enanos. En el peor momento de su carrera política, con el estallido de escándalos sin cuento en la comunidad y el ayuntamiento madrileños, controlados poco pacíficamente por el PP, el Supremo da un revolcón al partido de la oposición al rechazar que pueda objetarse la asignatura Educación para la Ciudadanía. Lo cierto es que Rajoy no pasa por sus mejores momentos: un sector mediático se ha lanzado contra él a degüello. La imagen reciente de un Rodrigo Rato triunfante tampoco ha contribuido a hacer muy feliz al presidente del PP en estas horas bajas. Horas en las que incluso se ha lanzado el interesadísimo rumor de que los poderes económicos ya han decidido que Rajoy no sea el próximo candidato del PP, y barajan los nombres de Rato y de Ruiz Gallardón. Lo siento mucho, pero no me creo esta especie. Los poderes económicos carecen de capacidad de presión a estas alturas y, además, sospecho que están bastante contentos bajo el paraguas consentidor del socialista Zapatero. Reeditar viejas historias de los tiempos en los que Manuel Fraga presidía AP, cuando los banqueros y la Confederación Empresarial hacían y deshacían a su gusto conspiratorio, parece tarea quimérica y algo pasada de moda. Además, me da en la nariz que Rato no acaba de decidirse a dar el incómodo paso sucesorio, y Gallardón está bastante tocado por las consecuencias de la batalla de Madrid, que por cierto está siendo peor que la batalla de Brunete.
A Rajoy le quedan, si no se acaba arrojando en brazos de la tentación de continuar con su eterna siesta, bastantes cartas en la manga: por ejemplo, llevar a cabo escrupulosamente la labor de investigación de los escándalos internos en Madrid encargada a María Dolores de Cospedal; luego, dar un puñetazo en la mesa, convocar una convención para tratar el tema y expulsar, si tal fuese el caso tras conocer las conclusiones de esa investigación, a quien deba ser expulsado. La posible victoria electoral del PP pasa ineludiblemente por una clarificación interna. Y pasa también por alejar del electorado cualquier sombra que haga imaginar, siquiera imaginar, que hayan podido existir actuaciones irregulares, sean del tipo que sean. Y lo dicho: caiga quien caiga. Mantener mucho más tiempo esta situación resulta simplemente suicida para los intereses del principal partido de oposición, de la misma manera que resulta todo lo contrario para los del partido en el gobierno. ¿Entenderán esto tan sencillo los putchistas del antimarianismo?