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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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VEINTIDÓS VOTOS contra siete, fue el resultado final de las votaciones entre los magistrados. Pero, como se esperaba, no llegó a gusto de todos, pero sí de muchos. De cuantos entendían que abrir la veda de la objeción de conciencia a una asignatura hubiera abierto la veda a un formidable caos en la enseñanza, en toda clase de enseñanzas y materias. Las fuerzas más conservadoras de la educación, la enseñanza, el PP y el Episcopado es probable que no se den por vencidos y que recurran al Constitucional, primero, y si no hallaran la respuesta que desean, a instancias más altas: el Tribunal internacionales de Derechos Humanos, en Estrasburgo, o en las Naciones Unidas... Todo con tal de o darse por vencidos. Recurrirán adonde sea preciso. Algunas asociaciones, en cambio, ya han anunciado que no solamente acatan la sentencia sino que han terminado el combate, y regresan a las aulas a recuperar el tiempo perdido. Les ha resultado satisfactorio alguno de los elementos que contiene la sentencia, como que la Administración educativa no puede imponer opiniones morales, o bien que los padres podrán recurrir la regulación de la materia y de sus libros de texto. En efecto, la resolución de los magistrados permite revisar el contenido de esos libros, algunos de ellos sumamente controvertidos, y algunos inadmisibles.

El Supremo rechaza que la asignatura sea un adoctrinamiento ideológico, tal y como sostenía una parte de los objetores a esta materia educativa... Es decir, y como interpreta alguna de las asociaciones, el Supremo rechaza la objeción, pero vigilará el adoctrinamiento, pero entendiendo que la Educación para la Ciudadanía no vulnera, por sí misma, la formación religiosa y moral.

A estas alturas de la pelea política que ha sido, y aún seguirá siendo, esta asignatura, resulta sin duda un episodio especialmente lamentable el que protagonizaron las autoridades educativas de la Comunidad Valenciana, con su ocurrencia de aceptar la norma académica, pero ofreciéndola en inglés a los alumnos. Sin duda, ha sido el suceso más carnavalesco de una oposición a ultranza, y a menudo sin argumentos, salvo algunos contenidos de libros de texto que con toda probabilidad se verán modificados. Por cierto, que esos textos y sus autores también sufrieron el apedreamiento de una oposición cerril. José Antonio Marina, filósofo y escritor de muy reconocida solvencia, y que es autor de uno de tales libros, ha expresado su confianza de que los padres le ayuden a mejorar sus textos. «Me comprometo a estudiar sus sugerencias», dice. «Sus hijos son lo importante y es hora de empezar a construir». La sentencia del Supremo, ciertamente, no es el final de la historia. Por lo menos, no lo será para los más recalcitrantes y seguros de sus propias verdades.