EL RINCÓN | MANUEL ALCÁNTARA
¿Auténtico o auténtico?
A MUCHOS ESPAÑOLES egregios no los admitieron en la grey hispana. A Don Francisco el de los toros, cuando ya estaba sordo como una tapia de cementerio, le llamaron «afrancesado», que venía a ser un piropo. Ahora le están volviendo a dar la lata acerca de la autoría de sus obras. No se portaron bien sus compatriotas cuando estaba vivo. Incluso se ignora dónde está su cráneo, aquel cráneo que era «el cuenco donde se cocían las sopas nacionales». Lo perdieron para los restos. Averigua quién le dio asilo a la sustancia mágica que cobijaba.
Es de suponer que al inabarcable genio que se llamó Francisco de Goya y Lucientes, le traiga sin cuidado la polémica actual acerca de si fue él o un discípulo bien amado quien pintó El Coloso . En la creación de los mitos interviene siempre la falsedad, que llega a ser verdadera. Muy recientemente, un erudito alemanísimo, ha demostrado que las Obras Completas de Lope de Vega no han podido ser escritas por Lope de Vega. Hubiera tardado seis segundos por verso. Tampoco todo lo que se atribuye al genio aragonés lo hizo él. De eso viven los expertos. Gente benemérita que se pasa arduos años discutiendo si algo lo hizo un señor superilustre o el primero de la clase del taller que dirigía. Todo el que tenga un cuadro de un clásico, si está convencido de que lo pintó, lo tiene. ¿Qué dinero tendríamos algunos ignaros y apasionados contempladores, si nos dieran un euro por cada falsificación ante la que nos hemos extasiado en los museos? «La beatería del arte», que dijo Ortega, nos lleva a estas admiraciones. Creo que está bien que se susciten. Si son incondicionales no requieren la condición de que las obras sean auténticas. No sabemos si El Coloso lo pintó Goya pero no nos cabe ninguna duda de que el coloso era él.