Diario de León

CON VIENTO FRESCO | JOSÉ A. BALBOA DE PAZ

Lo pequeño es hermoso

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JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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PARAFRASEANDO el título del libro de Schumacher - Lo pequeño es hermoso -, reflexiono sobre algunos aspectos del medio ambiente que nos afectan directamente a los leoneses que estos días vivimos amenazados por atentados ecológicos, que provocan la protesta de los más perjudicados por ellos. Algunos de esos atropellos son muy conocidos por esas protestas, pero otros son más difíciles de percibir porque solo aparecen en los papeles del Seprona. En el pasado año, sólo en el Bierzo se tramitaron más de 600 denuncias por diferentes agresiones a la naturaleza, cometidas por empresas que mantienen actividades mineras, canteras y pizarreras, polígonos industriales, vertidos de residuos sólidos y urbanos, a veces tóxicos, etcétera. Casi nadie conoce el impacto que todas estas actividades provocan en los bosques, las aguas, el aire; pero, como en lo de las brujas, lo hay.

Son estos pequeños atentados los que deberían concienciarnos más directamente. No caigamos en el misticismo ecológico de los que ven como un nuevo Apocalipsis el cambio climático, la desaparición de los bosques amazónicos, el agujero de ozono, las guerras. El catastrofismo de este milenarismo laico que nos amenaza con el fin de los tiempos, el suicidio de la humanidad, la destrucción de la Madre Tierra no es muy efectivo, pues se ve lejano. El concepto del fin de los tiempos, como escribe Umberto Eco en ¿En que creen los que no cre en?, es hoy más propio de mundo laico que del cristiano, aunque parezca una paradoja. No es aún el fin del mundo, pero como denuncia Schumacher, el hombre moderno ha construido un sistema de producción que viola la naturaleza, pues ha puesto como fundamento de su vida la codicia y riqueza, pensando que con ésta todo lo demás tiene solución. No es verdad, pero si que podemos remediar lo más cercano a nosotros, las cosas pequeñas y cotidianas.

Algunos mis tifican la riqueza con el trabajo y justifican cualquier atentado al medio ambiente (o la salud de sus convecinos) por el mantenimiento de los puestos de trabajo. Es el caso de lo que ocurre con las cementeras, que pretenden utilizar como combustible residuos urbanos, pese a sus efectos nocivos; es también la explotación de los cielos abiertos, con sus daños medioambientales, como ocurre con el Feixolín en Laciana, del que hay ya una sentencia que obliga a la MSP a su clausura pero e la que hace caso omiso; y es, por último, lo que ocurre con la cantera de Catisa en las inmediaciones de Las Médulas, espacio declarado Patrimonio de la Humanidad. Ayer mismo, la empresa -”en realidad una plataforma en defensa de la sostenibilidad del entorno-” convocaba una manifestación en defensa del empleo. Aunque no todos los ejemplos tienen el mismo valor y, por tanto, deben de ser analizados cuidadosamente, lo que no cabe duda es que todos ellos se defienden por una razón económica y, en todos, el empleo aparece como el argumento determinante para que las autoridades no intervengan o, lo que es peor, para justificar su mantenimiento, aunque sea a costa de la salud de los ciudadanos o del impacto ecológico o visual que provocan. Desconocemos las consecuencias de todos estos atentados a la Madre Tierra, aunque nos preocupan, pero si conocemos las que afectan a nuestra salud y a un entorno que se degrada paulatinamente a causa de unos intereses económicos particulares. No todo está en nuestras manos, pero si no nos preocupamos de proteger lo pequeño ¿cómo vamos a hacerlo de lo grande?

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