EL RINCÓN | MANUEL ALCÁNTARA
La propuesta
SE EQUIVOCAN los que creen que cuando no hay trabajo tampoco tienen nada que hacer en el Ministerio de Trabajo. Están ocupadísimos contando parados y confeccionando estadísticas, ya que «por medio de cifras cabe demostrar cualquier cosa», pero además no olvidan otras tareas. Como no pueden darle una ocupación a nadie, le dan ánimo. Don Celestino Corbacho ha vuelto a reconfortarnos al reiterar que España no alcanzará los cuatro millones de parados y que «no es tiempo de huelgas generales». Además, ha lanzado una tierna propuesta: «Los directivos deberían dar ejemplo y congelarse el sueldo».
No ha recibido una calurosa acogida, por ahora. Eso de proponer congelar los elásticos salarios de los directivos cuando transitamos el más horrible invierno de los últimos años, es una redundancia. La nieve, el frío y el maldito viento tienen en alerta naranja a once provincias, y en alerta amarrilla a otras tantas. Los que nos quedamos en casita aunque no llueva, ya que trabajamos todos los días, estamos deseando que cambie el tiempo: el de los barómetros y el de los despachos. Habría que congelar a los espías y a los de la trama bursátil de esos ayuntamientos del PP delatados por el insomne juez Garzón. ¿Cómo sería España si se redujera el número de políticos golfos por kilómetro cuadrado? Más urgente que el Plan E y que el Plan Renove, sería impedir que siguieran llevando el mismo plan de vida algunos inquilinos de los excelentísimos ayuntamientos. Más fácil sería lograr eso, aunque sea aplicándoles el tercer grado, que los directivos acepten, de buen grado, que se congelen sus sueldos. Los hay que han hecho números, incluso de circo, y el libro de contabilidad les ha ayudado a triunfar, pero España está en la cuerda floja.