EN EL FILO | CARLOS CARNICERO
El cerco de Madrid
LA ACUMULACIÓN de poder desde que Esperanza Aguirre llegó al gobierno de la Comunidad de Madrid ha sido realmente impresionante. Después del vergonzoso episodio de transfuguismo provocado por el tamayazo , la consolidación de Esperanza Aguirre ha estado apuntalada por el desparpajo con que ha manejado las instituciones -”destacando el papel de Telemadrid y las ayudas a los medios de comunicación y periodistas políticamente afines-” y por su evidente y creciente autonomía con respecto a la dirección nacional de su propio partido, en estado de permanente rebeldía.
Ahora, por primera vez desde que llegó al poder, su situación es defensiva en un cerco muy difícil de resistir. De una parte, está asediada por el resto de su propio partido. Tal y como están las cosas, le resultará difícil encontrar apoyos fuera de los márgenes de la Comunidad de Madrid, en donde tiene una enemistad irreconciliable con el alcalde, Alberto Ruiz Gallardón. Contra él personal y políticamente y contra lo que representa.
Su confrontación con Mariano Rajoy le ha llevado prácticamente a una situación irreversible. Los escándalos sucesivos en su entorno político van creciendo cada día, desde la aireada crisis de los espías a los recientes y crecientes casos de corrupción en su entorno político y personal más cercano y la sospecha de que los negocios alrededor del Canal de Isabel Segunda y otros contratos dependientes de la Comunidad de Madrid ha estado funcionando en un clima de influencias, irregularidades de todo tipo y descarado amiguismo.
Su posición ahora es claramente defensiva. Intenta exculparse con un simulacro de comisión de investigación limitada y disminuida por el rodillo que ejerce su propio partido. Pero hay demasiadas evidencias y demasiadas vías de investigación abiertas para que los hechos queden sin respuesta.
La caída política de Esperanza Aguirre es un hecho más que probable. La incomodidad que para su partido tiene la coincidencia de todos estos escándalos con las elecciones gallegas y vascas le hace tener otros frentes abiertos. Es cierto que la posición de Mariano Rajoy no es mucho más cómoda y que la destitución del cabeza de lista por Orense para las elecciones que se celebrarán en Galicia por presuntas irregularidades fiscales extiende como una tinta de calamar la crisis del Partido Popular, pero será difícil que en esta partida de ajedrez en la que empiezan a cobrarse fichas, las primeras en caer sean las de un Madrid cercado por las evidencias de los escándalos políticos y las corrupciones.