CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER
Se necesita un director
ESTAMOS en un tiempo en el cual lo más corriente y doloroso a la par es que se solicite un trabajador o un profesional para algo que importa a la Ciudad y no se encuentre o lo que se le ofrezca resulte inadecuado o sin sentido. Hubo un tiempo, todavía al alcance de la memoria, en el que los eruditos, los técnicos, los aptos y sin escrúpulos se ofrecían para lo que fuera y otros -este en el que estamos- que buscan y no encuentran el personaje adecuado para las necesidades vistas y denunciadas. Cuando lo que se busca, incluso con urgencia, es un albañil o un chapista, enseguida se da con el perseguido, pero, por ejemplo, es un decir, lo que se demanda es un profesor de Arte o un verdadero técnico en materia plástica porque la Junta tiene montada una Galería a lo grande para lo cual se ha gastado un bocado apetitoso del presupuesto, entonces la posibilidad de dar con el personaje indiscutible se convierte en una aventura, en una lotería o en un alarde de habilidad para encontrar el hueco para instalarse, resulta un trabajo como los de Hércules.
En León, la Junta había amparado el establecimiento de una forma de Academia oficial de las artes que se hacen y de la que se está dispuesto a recoger.
Y se encontró el director capaz y dispuesto al sacrificio personal con tal de que el invento funcionara. Se le llamó Musac y supongo que por algo sería. Para director se comprometió a un profesional bien dotado y dispuesto a dejar en la empresa la piel y el páncreas.
Se consiguió lo increíble: Que la Ciudad cómoda y poco propicia a sacrificios por amor al arte, tutelara la maniobra intelectual de la Gran empresa estética y asistiera a la afortunada extensión de un plan inevitable (cuando de verdad se aspira a una consecuencia válida).
El Musac no es que se convirtiera, por la taumaturgia de su director en un Centro superior, pero pese a sus esfuerzos y empeños estéticos el director buscado y hallado resultó positivo. Y el Centro de Arte absolutamente contemporáneo ofreció una posibilidad de iniciación que no había tenido hasta estos históricos momentos. Pero por razones que la razón no entiende, la iniciativa comenzó a perder fuerza y acabó por convertirse en una operación de tanteo y derribo.
Hasta que el director felizmente vigente, se cansó de luchar contra sombras y lo dejó.
Y se produjo el vacío. Y los críticos solventes encontraron con que la cesión del cargo dejaba al descubierto la necesidad de encontrar un sustituto que en cierto modo sirviera para mantener la línea inicial del Centro.
Y el caso es que no se encuentra el servidor de la operación y el Musac aparece como en estado agónico, esperando a Godot.
Y alguien está obligado a mantener el centro aunque para ello fuera necesario rectificar alguna de las líneas museísticas iniciales, más cercanas sus ofertas al resultado de «la ocurrencia» que a la presentación de una obra verdaderamente de arte.
Se necesita, pues, un director independiente, ajeno a los juegos de manos de los descubridores de valores ocultos.
Y en esas estamos. ¡Por favor! Se necesita un director de Arte, no de Circo, para divertimento de chicas en estado de merecer. ¡Y ustedes perdonen!...