Diario de León

A ESGAYA | EMILIO GANCEDO

...y aquí no ha pasado nada

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EMILIO GANCEDO
León

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EL AYUNTAMIENTO está arruinado, dicen. Y vale, tienen razón. Pero lo expresan en tercera persona, como que el propio Ayuntamiento se hubiera arruinado a sí mismo, como que el Consistorio estuviera dotado de voluntad y de capacidad de acción y fuera tan tonto o tan listo que pudiera arruinarse o hacerse millonario por sí solo. Pero no. Si el municipio se encuentra en la pura ruina es porque unos señores con sus nombres y sus apellidos y su número de DNI lo han llevado a la situación, verdaderamente límite, por la que ahora atraviesa. Porque unos señores, desde hace tiempo y con variadas siglas, han despilfarrado y gastado por encima de sus posibilidades todo lo que han podido y más, han metido a dedo a infinidad de amigos, conocidos y familiares, se han embarcado en proyectos que nada tienen que ver con el bienestar, la belleza o la cultura de la ciudad y se han dejado atrapar por una enmarañada red de amistades peligrosas que siempre reclaman lo acordado.

Pues bien, algunos de esos seres humanos han dejado sus cargos y andan por ahí muy pinchos, la cabeza bien alta y la cartera a resguardo. Y mientras, profesionales y empresas enteras continúan sufriendo el trastorno económico o la misma quiebra a causa de los impagos municipales.

La ciudad no es culpable de la falta de profesionalidad (y de ética) de aquellos que han venido siendo sus gobernantes. Pero ellos sí, ellos sí que lo son. Las pruebas están ocultas en los cajones y los portafolios y el deber de quienes las conocen es ponerlas, de inmediato, en conocimiento de la justicia. Sólo una intervención judicial podría limpiar, hoy por hoy, el sedimento de inmundicia, de saturación de personal y de total incapacidad que arrastra, desde hace décadas, el Ayuntamiento de León.

Y es que si los ciudadanos supiéramos con exactitud las millonadas que circulan por los albañales de esa política aliada con la clase empresarial y bancaria, de esos inauditos embolsos que se hacen efectivos con tan sólo estampar una simple firma en un Consejo de Administración... entonces saldríamos a la calle gritando ¡Al pilón! Al pilón con todos ellos.

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