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CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

¡Tengo frío, mucho frío!

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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¡TENGO frío, mucho frío! Está nevando. La ciudad se disfraza de blanco penitencial, pero nadie se siente culpable. Las gentes se recluyen en el interior de sus chozas y ¡pobre de aquel que no disponga de un tejado, de un techo de un paraguas protector!

Nieva. Y no me basta con que se me intente convencer de que año de nieves es año de bienes, porque esto no es verdad.

Año de nieves en tierras de montaña, de hoces, de barrancales, no puede transformarse de la noche a la mañana en una gloriosa decoración de sol y de pájaros cantores.

Cuando nieva como lo está haciendo en estos momentos, se nos encoge el alma y naturalmente que quisiéramos disponer de medios para solucionar los graves problemas que de la nieve se derivan.

Los Hospitales están ya medio llenos de víctimas de la nevada, del hielo estático, de los escasos o nulos medios de que dispone el Municipio, (máximo responsable de todos los males) que entraña la gran nevada, para hacer de la Ciudad cercada por los cuchillos de hielo un lugar apacible, generoso, benéfico y vivible. En otros tiempos, cuando las nevadas se propasaban y se convertían en un castigo, el Ayuntamiento, de un solo alcalde, no como en el presente que cuenta con dos y pico, hacía sonar el teléfono y la campaña de alarma y acudían a la llamada todos los ciudadanos inscritos para el grave menester de la lucha contra la nieve y el frío, lo mismo que sucedía cuando la basura se acumulaba en las calles y se hacía indispensable trompetear duro y largo para que los servicios municipalizados cumplieran con su deber, con un mísero jornalillo. Eran tiempos de auténtica tendencia hacia la municipalización de los servicios públicos y toda la política giraba en el quehacer obligado de corregir los excesos naturales de nieve, frío, basuras y vigilancia nocturna en forma de serenos, que garantizaban la seguridad. Era el apasionante tiempo de la socialización de Pablo Iglesias, del socialismo de Nistal y las manifestaciones por el precio del pan.

Pero en esto estábamos, cuando comenzaron a irrumpir ambiciosamente, en el ámbito municipal, los renovadores, los nuevos socialistas, los descubridores de la América de los ricos, de los caballeritos de la prisa y de la influencia y se acabaron los juegos socialistas para dar entrada amplia y segura de los buscadores de enjuagues, de los manipuladores de los bienes públicos, de los cargos y de los servicios para los que todos valían.

Y cuando nevaba se cubrían las calles y las plazas de hielos asesinos y nadie acudía a remediarlo y los hielos se mantenían sobre los caminos, las plazas y las calles hasta que el padre sol les deshacía. Y si las basuras se amontonaban impunemente, para eso estaba el nuevo sistema de recogida, que costaba un huevo y la yema del otro.

Y como el Ayuntamiento y la Diputación y el Gobierno estaban ocupados en la ordenación de las finanzas, se producía inevitablemente la enfermedad del frío, la hospitalidad imposible de todos los afectados y la desolación.

Y hubo que llamar a los militares, como en Afganistán y soportar pacientemente el frío, el tremendo frío que padecemos, ante la inoperancia de un Municipio inservible, de una Diputación sin medios para cumplir con su deber y de un gobierno fantasma...

Cae la nieve y las calles y plazas de la Ciudad se convierten en pistas.

Y el señor Ayuntamiento, impasible, asiste al fenómeno lírico de la nieve como si no fuera con sus miembros, dedicado preferentemente al cultivo del chisme contable y de la frivolidad política, sin que a nadie se le ocurra sugerir a la Municipalidad que es mucho más importante mantener a raya al hielo despiadado que dedicar tanta obligación y deber eludido a revisar a vanguardia los sueldos del personal... ¡Hace frío! ¡Mucho frío! ¡Sigue nevando sobre los hielos municipales impasibles! ¿Hasta cuándo Catilina van a abusar de nuestra paciencia?...